MAGDALENA FLECHOSO LORENZO (1918-1936)
Y ÁNGELA FLECHOSO LORENZO (1921-1936)
Baltasar
Flechoso Blanco pasó parte de su niñez en el hospicio de Zamora, donde fue
acogido tras la muerte de su madre, soltera, que le dio los apellidos. Fue
adoptado por una familia de la plaza del Zumacal, donde seguiría viviendo
después de casarse con Francisca Lorenzo. Tras el nacimiento de su primera
hija, Dolores, el matrimonio emigró a Beasain (Guipúzcoa) y, posteriormente, se
instaló en Erandio (Vizcaya), donde nacieron sus otras tres hijas: María,
Magdalena y Angelita. Hacia 1924 regresaron a Zamora y se instalaron en la Bajada de San Pablo. El
padre abrió una fragua en Cortinas de San Miguel y la madre se empleó cosiendo
para una sastrería, oficio que también comenzaron a aprender las hijas. Tanto
el padre como las hijas eran aficionados a la natación, que practicaban en los
Tres Árboles.
Las
hijas pequeñas heredaron la ideología socialista del padre, y al parecer
estaban vinculadas a las Juventudes Socialistas Unificadas. Aunque la tradición
oral ha perpetuado el mito –trasposición de la historia de Mariana Pineda- de
que fueron denunciadas por haber bordado una bandera republicana (como si esto
mismo no lo hubieran hecho o encargado hacer bastantes hijas de las buenas
familias de derechas de la ciudad con motivo de eventos como las entregas de
banderas al regimiento Toledo o a la Guardia
Civil )-, es más probable que la denuncia se debiera a su
participación en manifestaciones de las JSU. Ya se tratara del Primero de Mayo
–en el que, al parecer, Magdalena habría sido abanderada- o del entierro de
Rafael Ramos Barba, joven militante socialista asesinado en mayo por
derechistas locales, cuyo cortejo aparece en la fotografía que ilustra nuestro
perfil de Facebook, y en el que algunos han creído reconocer a las dos hermanas
menores, lo cierto es que las Flechoso fueron denunciadas. La mera
participación en estos eventos era motivo suficiente para ser objeto de
denuncia, no en vano los incidentes que siguieron al entierro de Ramos Barba,
el 26 de mayo, representaron la culminación de una espiral de represalias
mutuas iniciada días antes en Aspariegos, que se saldó con la muerte de dos
jóvenes de las JSU y dos falangistas. En concreto, algunos participantes en
este entierro lincharon al falangista Martín Álvarez (un albañil de 31 años, y
no de 15 como ha escrito algún nostálgico del franquismo) y agredieron a un
guardia civil y a un sacerdote.
Sea
como fuere, tras asumir el control de Zamora después del 19 de julio, los
golpistas desencadenaron una campaña de terror que en el caso de los jóvenes vinculados
a organizaciones obreras adquirió dimensiones de exterminio. Durante años, la
prensa local de derechas había señalado de forma persistente, con acceso
privilegiado a información confidencial de las fuerzas del orden, a cualquier
joven izquierdista que hubiera participado en enfrentamientos con los miembros
de Falange, y una mitología que todavía permanece viva en algunos ambientes de
nuestra ciudad –podríamos citar, en este sentido, varios artículos recientes de
la prensa provincial- identifica a las jóvenes socialistas de la época como
arpías o tiorras y justifica
implícitamente la violencia ejercida contra ellas. Un hermano de uno de los dos
falangistas asesinados en la capital en el mes de mayo se erigió en vengador y
participó activamente en numerosas ejecuciones extrajudiciales, con el respaldo
de las autoridades militares. En compañía de otro falangista y de un policía
apodado Cara quemada, se presentaron
en casa de los Flechoso preguntando por Magdalena, y al no encontrarla se
llevaron a la hermana pequeña, manifestando a sus padres que la llevaban para
“prestar declaración”. La propia Magdalena fue detenida en casa de su hermana
mayor, donde se encontraba cuidando a un sobrino recién nacido.
Las
dos hermanas ingresaron en prisión, lo que desmentía el pretexto de la
“declaración”. Baltasar Flechoso trató de salvar a sus hijas recurriendo al general
Millán Astray, al que conocía por haber trabajado para él. El general viajaba
con frecuencia a Zamora, como responsable de Prensa y propaganda del Cuartel
General del Generalísimo, pero Baltasar no lo encontró ese día. La hermana
mayor les llevó la comida a la cárcel pero “al segundo o tercer día” –según la
familia-, le dijeron que las habían matado la noche anterior. Era el 30 de
noviembre de 1936, o así consta en la documentación oficial, aunque la familia
insiste en que fue diez días antes, y cuando rescataron sus cuerpos de la fosa
común del cementerio de San Atilano para trasladarlos al panteón familiar,
hicieron grabar en la lápida la fecha del 20 de noviembre.
Unos
días más tarde, uno de los participantes en sus asesinatos visitó al padre para
explicarle con todo detalle las últimas horas de vida de sus hijas. Los
detalles truculentos de este feminicidio pasaron a formar parte de la tradición
oral de la ciudad, en la que causaron una gran conmoción, no en vano, Angelita
es la víctima más joven de la represión franquista en la capital provincial (si
bien hay constancia del asesinato de otros adolescentes en diversas
localidades). Del asesinato de las hermanas Flechoso se hicieron eco en sus
memorias Pilar Fidalgo -en Nueve meses en
poder de los facciosos (publicado en 1937 en varios idiomas y accesible en
nuestra página web)- y el capitán de carabineros Ángel Espías Bermúdez (que
participó en varios consejos de guerra en aquellos meses).
La
familia Flechoso no sólo quedó destrozada por la pérdida de las dos hijas
menores (también fue asesinado el novio de Magdalena) sino que, además, quedó
marcada en la ciudad, como otras tantas familias de víctimas. En 1937, Baltasar
fue detenido bajo la acusación de haber contribuido a mantener a la familia de
un huido. Permaneció en la cárcel hasta 1938 y, finalmente, fue absuelto en el
consejo de guerra en el que sí fue condenada a seis años, bajo la acusación de
haber recaudado esta ayuda, Asunción Sampedro, una viuda que trabajaba como
costurera tras haber sido cesada de su puesto en la Diputación Provincial.
También pasó por la cárcel, en 1942, Dolores Flechoso, la mayor de las cuatro
hermanas, acusada de ayudar a otro huido.
Eduardo Martín González, 27 de noviembre de 2015
FUENTES
FIDALGO
CARASA, Pilar, Une jeune mère dans les
prisons de Franco, París, Editions des Archives Espagnols, 1939.
JACKSON,
Gabriel (ed.), “Guerra civil española. Año 1936. Hechos acaecidos en Zamora y
provincia. Memorias de Ángel Espías Bermúdez”, en Ebre 38. Revista Internacional de la Guerra Civil
(1936-1939), 2 (2004), pp. 61-84.
LÓPEZ,
Marisol, “Dos rosas zamoranas”, en La Opinión – El Correo de Zamora, 12-10-2008 (de
esta fuente procede la fotografía que ilustra esta biografía).
PALMER,
John, “La represión durante la
Guerra Civil desde los datos del Libro de Cementerio de
Zamora: primeras conclusiones”, en II
Congreso de Historia de Zamora, IEZ Florián de Ocampo-UNED, 2008, tomo III,
pp. 357-371.
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