Foro por la Memoria Zamora

viernes, 17 de junio de 2016

REPRESIÓN FRANQUISTA EN OLMO DE LA GUAREÑA: UNA APROXIMACIÓN









El texto que aquí presentamos no es una historia definitiva de la represión franquista en Olmo de la Guareña. A diferencia de otras localidades que hemos estudiado, en el caso que nos ocupa debemos admitir la existencia de lagunas sustanciales y de cuestiones fundamentales pendientes de resolver, pero precisamente por esta razón hemos considerado que es nuestra obligación presentar un estado de la cuestión para que las personas que puedan aportar alguna información colaboren en el esclarecimiento de los hechos.

Introducción
La pequeña localidad zamorana de Olmo de la Guareña, que a comienzos del siglo XX contaba con 310 habitantes y 85 edificios (Felipe Olmedo, 1905), limita con los términos de Torrecilla de la Orden (Valladolid) y Tarazona de la Guareña (Salamanca). Tres kilómetros la separan de Vallesa de la Guareña, cabecera del municipio del mismo nombre, al que también pertenece Olmo –cuyos habitantes representaban algo más de un tercio del conjunto del municipio-, y con la que comparte numerosas características que las singularizan dentro de su comarca.
La primera de estas características es la elevada concentración de la propiedad rústica. El municipio de Vallesa era uno de los que contaban con explotaciones más extensas en la comarca de la Guareña. Aun en la posguerra, en una comarca en la que las grandes explotaciones seguían ocupando el 37% de la superficie útil, Vallesa seguía representando un caso excepcional de concentración de la propiedad, con un 74% de la tierra ocupado por explotaciones de más de 50 hectáreas, y un 43% en las de más de 100 hectáreas. Estas grandes explotaciones se concentraban en pocas manos. Los testimonios recogidos por Rodríguez Iglesias describen un municipio con “seis u ocho casas fuertes”, y “algunos pelgueros que tenían una pareja o dos”, y nos dicen que en Olmo “casi el setenta por ciento de la tierra era de gente de fuera”.
Tomando como muestra el censo electoral de 1936 (que sólo incluye a los mayores de 22 años), el número de jornaleros en el conjunto del municipio de Vallesa (141) era más del triple que el de los inscritos como labradores, propietarios o agricultores (40), y en el núcleo de Olmo, la proporción de jornaleros era todavía mayor, pues estaban censados 55 obreros del campo, que quintuplicaban a los 11 inscritos como propietarios o arrendatarios. Este porcentaje seguiría siendo el más alto de la Guareña en la posguerra: aun en 1955, los jornaleros seguían representando el 64% de la población activa en Vallesa, frente a un 36% de labradores, categoría en la que incluiríamos tanto a propietarios como a arrendatarios (que a veces cultivaban medianas o grandes explotaciones arrendadas por propietarios forasteros). La abundancia de mano de obra asalariada se combinaba con el nivel de mecanización más bajo de la comarca y con la escasez de medios que pudieran paliar el abundante paro estacional, tales como tierras comunales, huertas o viñedo (del que Vallesa contaba con la menor superficie de toda la comarca).

Esta composición social la comparten Olmo (y Vallesa) con otras localidades de la Guareña, como Castrillo de la Guareña, Vadillo de la Guareña, Fuentelapeña, y a pueblos limítrofes situados en las provincias vecinas, como Torrecilla de la Orden (Valladolid), a diferencia de otros con más explotaciones de pequeño o mediano tamaño y con un mayor porcentaje de propietarios o arrendatarios o con huertos, majuelos y prados de uso común (Fuentesaúco, Guarrate, Cañizal, El Pego, La Bóveda de Toro, Villabuena del Puente, Villamor de los Escuderos…), lo que configura lo que Maya Frades denomina la “realidad agraria bipolar” de la comarca de la Guareña.


II República

La clase propietaria, aunque representara una minoría de la población, controlaba sólidamente los resortes del poder local. Aunque las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 fueron protestadas, y se nombró una comisión gestora formada por Heliodoro Puente Martín, Narciso García García y Ponciano Rodríguez Galván (antiguo miembro de la Unión Patriótica durante la dictadura de Primo de Rivera), todos ellos labradores vecinos del núcleo de Vallesa, tras repetirse fue elegida una corporación de propietarios que ya habían ocupado el poder anteriormente, como el alcalde Leopoldo Lucas Losa (1879) y los concejales Julián Losa García (1900), Teófilo Losa Vaquero (1865)-todos ellos labradores de Vallesa- y Valentín Martín Gutiérrez (1898)(labrador de Olmo). Otros cargos, como el de juez municipal, estuvieron también controlados por este grupo social, con titulares como Arturo Díez Losa (1893, de Vallesa) o Desiderio Losa García (1884, de Olmo), y lo mismo ocurría con el control de los procesos electorales, a través de su monopolio de la junta y las mesas electorales.

Los propietarios no necesitaban una estructura de partido de masas para mediatizar su acción política sino que lo hacía a través de los mecanismos de un partido de notables, el Partido Provincial Agrario, o más específicamente de la red de influencias de José María Cid, entre cuyos corresponsales y amigos en este municipio encontramos a propietarios y profesionales como Albino Martínez González (1887, médico de Olmo y miembro de la Unión Patriótica durante la dictadura de Primo de Rivera), Heliodoro Puente Martín ( 1879), Leopoldo Lucas Losa ( 1881), Bartolomé Puente Benito (1876), Ponciano Rodríguez Galván (1890) y los hermanos Desiderio, Marino y Julián Losa García (1884, 1887 y 1900, el segundo de ellos expresidente de la Unión Patriótica). Aun así, los pequeños propietarios y arrendatarios constituyen de manera efímera la Alianza de Labradores y su rama política, el Partido Republicano Radical Socialista, que sólo cuenta con once afiliados en todo el término durante su breve existencia (1932-1933).

A pesar de estar en minoría en el censo electoral -40 propietarios, de los que 11 en Olmo, frente a 141 jornaleros, de los que 55 en Olmo-, el sólido control ejercido por los propietarios les permitía asegurarse los resortes de la representación política, de tal forma que en la segunda vuelta de las elecciones generales de 1933 los votos a la candidatura derechista casi triplicaron a los del PSOE, en las de febrero de 1936 la coalición de derechas obtuvo un 64% (por un 31% del Frente Popular), y los votos al Frente Popular en las elecciones a compromisarios de abril de 1936, pese a la abstención de la coalición antirrevolucionaria, el Frente popular sólo obtuvo 109 votos.

La presencia de elevados niveles de paro estacional propicia la conflictividad derivada de la organización del mercado de trabajo. A primeros de julio de 1931, se convocó una huelga en Vallesa de la Guareña por salarios y jornadas de trabajo, que se soluciona el 6 de julio, no sin que la presencia de la Guardia Civil haya sido solicitada por “los vecinos de aquel pueblo (…) para mantener el orden y asegurar la libertad de trabajo”.




La Sociedad de Trabajadores de la Tierra se constituyó en marzo de 1932, como vehículo para la defensa colectiva de los asalariados agrícolas, y aunque tenía la sede en el núcleo de Olmo, contaba con afiliados de ambos núcleos de población. A finales de ese año estaba integrada por 82 afiliados. Su junta directiva, en febrero de 1933, la formaban: Raimundo Flores Martín (1880), presidente; su vicepresidente era Honorato Casado García (1880); su secretario, Pedro Herrero Gómez (1901); tesorero, Nazario Alonso Flores (1879); contador, Vicente Sánchez Almaraz (1897); vicesecretario, Dionisio Alonso Ramos (1904); vocales, Leandro Almaraz Infiesto (1905), José Casado Alonso (1913) y Leandro García Alonso (1906). Posteriormente, Valentín Martín Flores (1908) sustituyó en la presidencia a Raimundo Flores.


Renovación de cargos de la Sociedad
en La Voz del Trabajo (5 de febrero de 1933)

La falta de bienes comunales, que unida a la abundancia de mano de obra agravaba las consecuencias del paro estacional, fue compensada en parte por la cesión de la finca de un propietario forastero a la Sociedad para su explotación colectiva. Tiempo después, un vecino anónimo relataría así esta experiencia de explotación colectiva:

En mi pueblo había unas tierras propiedad de un tal Clavijo, que este señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he conocido, solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como así hacían. El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas muchas obras de saneamiento, limpieza, regadío, pues siempre que un obrero no tenía jornal con un patrón iba a trabajar a la comunidad, y como resulta que los jornales eran muy escasos, las tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la comunidad la representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente durante algún tiempo, cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y como vicepresidente Timoteo Martín. Ese fue el motivo por el que asesinaron a estos honrados trabajadores”.

Recibo de un carro adquirido por la Sociedad de Trabajadores de la Tierra



Orígenes de la violencia fascista

Tras la victoria electoral del Frente Popular se produjo un cambio de actitud en la patronal agraria, que durante el bienio anterior había presionado a los sucesivos gobiernos para que revirtieran en su favor las políticas agrarias de 1931-33. La amnistía laboral y el anuncio de que el nuevo gobierno iba a retomar la aplicación de una legislación social y laboral que hasta ese momento había sido incumplida por los patronos con la complicidad de muchos de estos ayuntamientos provocaron la desafección definitiva de los patronos respecto de la vía democrática, lo que otorgó el protagonismo a aquellos que habían evolucionado hacia posiciones fascistas o filofascistas. Entre ellos se encontraban jóvenes como Julio Losa Martín, de Vallesa (menor de edad, sobrino de un concejal y de un juez municipal), cuya militancia en la Falange de primera hora sería reconocida en 1945 con la medalla de la Vieja Guardia, o Manuel Puente (1904), de Olmo, a quien el diario La Tarde se refería en mayo de 1936 como “de filiación fascista”, o incluso el cura párroco Eustaquio Barrado (1910), que se autodefinía como falangista.

El 1 de mayo de 1936, jóvenes obreros de Olmo asistieron a un baile organizado en Cañizal con motivo del Primero de Mayo. Al ser amenazado uno de ellos, José Casado Alonso, por fascistas y derechistas de esa localidad con armas de fuego, decidieron regresar a Olmo. Según el relato de la prensa, a la entrada del pueblo los esperaba “Manuel Puente, de filiación fascista, quien apenas les vio comenzó a hacer disparos sobre ellos con una escopeta que llevaba”, por lo que fue rodeado y desarmado. Huyó a su domicilio, del que salió armado con una pistola, e hizo disparos sobre ellos, “hiriendo de pronóstico reservado de un disparo en la cabeza al compañero Urbano Hernández”.

Tres días más tarde se informaba de la reunión de una comisión de obreros con el gobernador civil para pedirle que adoptara medidas contra los fascistas de la localidad.

El 17 de mayo de 1936 , el diario ABC se hacía eco de la existencia de varios heridos en el curso de una huelga en Olmo.

El 21 de mayo de 1936, en Vallesa de la Guareña, Marino Losa García, sus hijos Marino, César y Julio Losa Martín (camisa vieja: medalla de la Vieja Guardia en 1945) y sus sobrinos Ángel y Anselmo Lucas Losa agredieron a golpes a Pascual Griñón Díez, de 20 años, afiliado a la Sociedad Obrera; al intervenir los hermanos mayores de Pascual, Teodoro y Francisco, fueron tiroteados por Marino Losa y sus hijos; Teodoro fue herido de varios hachazos, y Francisco recibió un disparo en la cabeza. Los hermanos Losa Martín fueron detenidos y puestos a disposición del juez de instrucción de Fuentesaúco.


Alzamiento y represión

La represión franquista ha sido estudiada en localidades limítrofes a la que aquí presentamos, como Vadillo de la Guareña (por Cándido Ruiz) o Torrecilla de la Orden (por Orosia Castán y Ricardo Bedera), y se advierten similitudes como la cronología o la saña represiva, con la salvedad de ser Olmo de la Guareña una localidad mucho más pequeña.

La primera incursión llevada a cabo por los golpistas en Olmo parece haber sido muy temprana, pues el párroco Eustaquio Barrado informaría posteriormente que “A los ocho o diez días del movimiento salvador de España fuimos los falangistas a hacer registro en Olmo”, lo que parece concordar con la fecha de las primeras detenciones en el cercano pueblo de Vadillo de la Guareña, el 26 de julio, seis días después de que se perpetraran los primeros asesinatos en la cercana localidad de Torrecilla de la Orden. El testimonio del párroco permite aventurar dos hipótesis que parecen bastante plausibles. La primera es que la operación fue llevada a cabo por falangistas, de los que al menos una parte procedían de la misma localidad. La segunda, que aunque la incursión tenía como pretexto “hacer registro” –efectivamente, en esta ocasión fueron requisadas herramientas y armas de corte, además de procederse a la ocupación del inmueble que acogía la sede de la sede de la Sociedad Obrera -, no excluía la posibilidad de efectuar detenciones e incluso ejecuciones:

“Entre las casas que registramos una fue la de la Sra. Maestra, pero al llegar se negaba a saludarnos con la mano en alto y a gritar Viva España, su madre lloraba y ella le dice ‘No llores ahora es así, ya será de otra manera’ y dijo ‘Viva España’. Basta con decir que se la apuntó con las armas y si no es mujer se la hubiera fusilado aquella noche”. No parece tratarse de una suposición muy aventurada, pues en una localidad no muy lejana, Valdeperdices, y en fecha tampoco muy lejana –el 25 de julio-, el maestro Ildefonso Jambrina fue acribillado a tiros en su propia casa.




El día 23 de septiembre de 1936, fueron detenidos tres afiliados a la Sociedad Obrera: Raimundo Flores García (de 56 años, primer presidente de la Sociedad), Valentín Martín Flores (de 28 años, segundo presidente) y Timoteo Martín Almaraz (de 33 años, vicepresidente). Raimundo, casado y con seis hijos (Luisa, Segundo, Gertrudis, Demetria, Lesmes y Modesta), fue detenido, según los testigos, por falangistas locales que lo conocían bien, pues al llamarlo, mientras trabajaba en la era, se dirigieron a él por su apodo con estas palabras: “chato, ven con nosotros que tienes que declarar, será un momento ". Raimundo les pidió que le dejaran cambiarse las alpargatas pero le dijeron que era un trámite breve para el que no necesitaría otro calzado. Los tres detenidos fueron trasladados fuera del pueblo y asesinados en un lugar desconocido. La tercera hija de Raimundo, Gertrudis Flores, domiciliada en Hornillos (Salamanca), se atrevió a reclamar el cuerpo de su padre pero no solamente no le fue entregado sino que fue amenazada. En un cuaderno que utilizaba como dietario, Gertrudis anotó la fecha del asesinato, lo que a falta de cualquier otra inscripción oficial nos ha permitido precisar este dato.

El mayor de los hijos varones de Raimundo, Segundo Flores, fue detenido en Castrillo de la Guareña y sometido a brutales palizas. Dos días después de los asesinatos, un falangista de la localidad visitó a la familia de Raimundo para pedirle las escrituras de propiedad de una parcela que poseían. La familia, temerosa de la suerte del padre y del hijo –pues desconocían la muerte del primero y temían la del segundo- no tuvo más remedio que aceptar la extorsión y entregar las escrituras.

Raimundo Flores con dos de sus cuatro hijas



Tanto el lugar como las circunstancias en que se produjeron los asesinatos permanecen confusos. Una versión afirma que junto a ellos fueron asesinadas también una o dos mujeres de Castrillo de la Guareña. Tampoco se conoce con certeza el lugar en el que fueron enterrados Raimundo, Valentín y Timoteo. Un testimonio señala una ladera en el paraje denominado Las Cumbres, situado entre Alaejos y Castrillo de la Guareña aunque dentro del término de Torrecilla de la Orden (Valladolid). Otra versión los sitúa cerca de las Cumbres, aunque en término de Vadillo de la Guareña, una tercera afirma que “alguien que pasaba tuvo piedad y los enterró por la zona de Alaejos”, una cuarta que “a unos primos, hace unos cuarenta años, algunos de Torrecilla les comentaron que por falta de tiempo los enterraron junto a una pared del cementerio de ese pueblo”, y por último, existe la versión de que fueron enterrados junto a “una pared del cementerio de Castrillo”. La confusión en torno a los lugares de asesinato y enterramiento de las víctimas es un fenómeno habitual en la represión ejecutada en esta zona limítrofe entre las tres provincias, y así, por ejemplo, cuatro vecinos de Torrecilla de la Orden habrían sido asesinados en Vallesa de la Guareña, y un matrimonio de Alaejos en el cementerio de Torrecilla, y Orosia Castán y Ricardo Bedera han señalado la existencia en esta zona de numerosos lugares de enterramiento fuera de los cementerios: el Tablón, la Fuente del Agua, el camino de Torrecilla a Tarazona, la Cuesta de la Perdiz, un pinar entre Carpio y Castrejón…


La historia de Isabel Castro Sogo

Isabel Castro Sogo


La maestra Isabel Castro Sogo, que ocupaba como interina –en sustitución por incapacidad física de la titular- la escuela mixta de Olmo, con setenta alumnos, tenía en 1936 cuarenta años, era viuda y tenía a su cargo cuatro hijos y a su anciana madre. Sobrevivió al registro efectuado a finales de julio pero fue sometida repetidamente a acoso y amenazas después de este incidente, pues tras el hallazgo en poder de un niño de un libro que las fuerzas vivas locales consideraron “comunista”, “tuvieron que volver a sacarla a la calle para hacerla dar vivas patrióticos así como en ocasiones posteriores” (testimonio de Valentín Martín Gutiérrez). Después de esto, su conducta pública fue de total adhesión al nuevo régimen, incluyendo la colaboración en las suscripciones abiertas para financiar el esfuerzo bélico de los golpistas.

Un mes después de los incidentes mencionados, se iniciaron las actuaciones contra ella en el ámbito profesional, inicialmente por la vía disciplinaria con la Universidad de Salamanca como órgano decisorio, pero el alcalde Bartolomé Puente informó el 27 de agosto de 1936 que “esta señora, aunque se rumorea que simpatiza con las izquierdas, no hay hechos probados que lo acrediten”. Una vez establecido el procedimiento depurador a finales de año, se reanudaron las actuaciones, esta vez instruidas por la Comisión de Depuración del Magisterio de la provincia, que solicitó nuevos informes. Requerido nuevamente, el alcalde insistió en enero de 1937 en que la conducta profesional de la maestra era “bastante buena y trabajadora (…) teniendo amor a la enseñanza”, su conducta social y particular era buena, “sin motivos a quejas del vecindario”, y negaba que hubiera tenido ninguna actuación política, ni siquiera para votar (pese a que estaba censada). También informó favorablemente el comandante del puesto de la Guardia Civil de Cañizal, Serafín Encinas.

Pero sus enemigos, encabezados por el párroco Eustaquio Barrado, iban a demostrar más fuerza. En informe del 24 de noviembre de 1936, además del relato anteriormente citado, el sacerdote la descalificaba como maestra afirmando que “los niños y niñas están bastante atrasados”, que “siempre según informes del pueblo, ha tirado más para los socialistas, y no trataba con las personas de orden, sino al contrario, inclusive insultó a las personas que iban a Misa, burlándose de ellas”, que “a Misa no iba, y digo no iba porque ahora si va”. El padre de familia Valentín Martín Gutiérrez (concejal en la corporación elegida en 1931), en informe de 19 de enero de 1937, la acusó de “bastante abandono de la escuela y deficiencia de la enseñanza”, de ser “de ideas estremistas [sic] y antirelijiosas [sic]”, de tener “intimidad” con “familias caracterizadas de izquierdas”, que “no asistía a cultos relijiosos y en la escuela estremaba la enseñanza laica”, que “se significaba como afecta al Frente popular con ideas socialistas”, que difundía “ideas subersivas [sic] entre los obreros”. El 30 de marzo la Comisión Provincial emitió un pliego de cargos en el que la calificaba de “bastante deficiente en el aspecto profesional”, “afecta siempre a la política de izquierdas” y que “traspasaba en la Escuela los límites del laicismo en perjuicio de la religión”.

En su pliego de descargo, el 7 de abril, Isabel atribuía el atraso de los alumnos la falta de celo de los padres en la educación de sus hijos, “que primero los traen jugando en las calles que mandarlos a la escuela”, negaba haber tenido cualquier actuación política, afirmando incluso ser “de derechas”, insistía en sus convicciones católicas declarando haberse casado “como Dios manda”, haber bautizado a sus hijos, recordaba que “hace tres años, la única que en el pueblo hizo la primera comunión fue mi hija”, contradecía –sin conocerla- la acusación del párroco de no haber asistido a misa afirmando que “antes del Movimiento aquí nadie iba a la Iglesia, siendo yo una de las escasas personas que acudían” y que si había dejado de enseñar la religión fue debido a la prohibición por parte del régimen republicano: “las leyes nos prohibieron enseñar religión así se hizo, y ellas ahora nos mandan pues así lo hago”. Finalmente, solicitaba que la Comisión Provincial y la Inspección visitaran el pueblo para comprobar la situación real de la escuela y lo infundado de unas denuncias que, por lo demás, eran inevitables dado que “no podemos estar libres de tener alguna persona descontenta y [que] no me aprecie como el resto del pueblo”. Isabel adjuntaba a su descargo un certificado emitido por el párroco, que le atribuía “buena conducta moral” y reconocía que la maestra preparaba a las niñas para la primera comunión “por no estar yo en el pueblo”, pero con un inciso –“en el tiempo que llevo yo encargado de la parroquia y según los informes obtenidos de las Autoridades del pueblo”- que la Comisión consideró que hacía que este certificado no invalidara el anterior informe inculpatorio.

Firmas favorables a la maestra


Miembros de la Comisión Provincial se desplazaron a Olmo, y según afirmaron obtuvieron “una impresión muy poco favorable a la interesada”, pero un pliego de treinta firmas de padres de alumnos en defensa de enseñanza “tanto moral como religiosa” y de la conducta política de Isabel, y una declaración favorable de 28 de junio de 1937 del alcalde Manuel Puente y del concejal Tomás García Almaraz (Olmo, 1875) los hicieron “dudar un tanto de la culpabilidad de referida maestra”, por lo que estimaron que “de existir tal duda respecto a la valoración de cargos y descargos, es preferible inclinarse a favor de la expedientada” –frente a la opción más previsible en caso de haber asumido los informes más desfavorables, que habría sido la separación definitiva de la enseñanza- y el 18 de junio de 1937 propusieron limitar la sanción a la pérdida del cargo actual, inhabilitación para ejercer la profesión durante dos años e inhabilitación definitiva para desempeñar cargos directivos en la enseñanza. El 26 de marzo de 1938, el expediente fue remitido a la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado (gobierno de Burgos), que finalmente resolvió, en noviembre de 1939, sancionar a la maestra con suspensión por dos años, traslado fuera de la provincia, prohibición de solicitar vacantes durante cinco años e inhabilitación para cargos directivos y de confianza. Según su familia, Isabel Castro Sogo no pudo volver a ejercer la enseñanza y, con la salud quebrantada, falleció con 57 años.


La memoria de la represión

El régimen franquista se implantó por medio de una violencia que propició la extorsión y la rapiña en un clima de impunidad favorecido por el terror y de exclusión y discriminación de los familiares de las víctimas. La alcaldía fue ocupada sucesivamente por Bartolomé Puente Benito (1876), Julián Losa García (1900) -ambos propietarios de Vallesa, pertenecientes a algunas de las familias que tradicionalmente habían detentado el poder local-, y Manuel Puente Andrés (1904), de Olmo. Al frente de la parroquia, Eustaquio Barrado fue sustituido por otro compañero suyo de Falange Venancio Rodríguez Matilla, autodefinido como camisa vieja.

La eliminación de las organizaciones de clase propició la indefensión de los asalariados del campo frente a la explotación laboral, y esta clase social cuyo descabezamiento había sido uno de los móviles principales de la sublevación fascista recibió el golpe de gracia con la política del régimen, cuyos principios ruralistas se quedaban en simple retórica altisonante. La crisis propició en esos momentos un empobrecimiento generalizado de jornaleros y pequeños propietarios. Perdida la opción del cultivo de la dehesa cedida a la “comunidad”, los jornaleros solicitaron en 1952 la constitución de un grupo de huertos familiares en la única pradera de propios existente en el municipio –el Prado Redondo de Vallesa-, a lo que el ayuntamiento se opuso reiteradamente alegando que este terreno era necesario para realizar la trilla y que “no existen obreros parados en ninguna época del año” (Pleno de 30 de julio de 1952), para terminar cediendo una parte de la pradera tras cinco años de “intensas gestiones” (sic) de la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos, que contradiciendo al Ayuntamiento tuvo que insistir en “la situación apurada de los obreros de la localidad” y en que los huertos eran “de suma necesidad para evitar el desplazamiento de los obreros al Norte en estos meses de invierno”. En agosto de 1961, el alcalde Manuel Puente Andrés, autodefinido como “labrador modesto y sin preparación alguna”, y que había presidido el Pleno en el que se acordó comunicar la inexistencia de obreros en paro, se atrevía a proponer al gobierno que adoptara medidas proteccionistas para evitar “que después de criados y formados en España, tengan que abandonar la Patria, tantos hombres como emigran en busca de mejor fortuna, para rendir su esfuerzo y trabajo en beneficio de naciones extranjeras”. Evidentemente, parches como los huertos familiares o las ocurrencias del alcalde no impidieron que la emigración masiva quedaba como única solución para los jornaleros.

Sin embargo, la memoria de los vencidos permaneció viva y bajo la apariencia de aceptación unánime del régimen dictatorial proliferaron pequeños actos de resistencia cotidiana. El 17 de marzo de 1946 apareció en la fachada de la casa del alcalde Julián Losa García una pintada con la inscripción “Viva Rusia, muera el alcalde” y cinco jóvenes de entre 20 y 23 años fueron detenidos por ello y puestos a disposición del gobernador militar. Varios vecinos fueron denunciados en abril 1950 por negarse a aceptar los emblemas del Frente de Juventudes. En mayo de 1956, dos vecinos “de antecedentes izquierdistas” fueron sancionados con multas de 1.000 pesetas por pinchar las ruedas de un coche de la Jefatura Provincial del Movimiento. Un propietario local que alcanzó un alto cargo en el Ministerio de Justicia envió a comienzos de los años 60 una pareja de policías de la brigada de Investigación Criminal a realizar interrogatorios en su municipio de origen porque atribuyó causas políticas a las dos intrusiones que sufrió en poco tiempo en su domicilio familiar.

El 29 de octubre de 1962 un vecino del pueblo que ocultaba su nombre bajo el seudónimo “El Chaparro” –apelativo que funciona informalmente como gentilicio para todos los habitantes de Olmo- remitió una carta (que transcribimos en apéndice) a Radio España Independiente en la que hacía referencia a los hechos acaecidos en la localidad en 1936, señalando con nombres y apellidos o con apodos a los perpetradores, a los que acusaba de haberse beneficiado del nuevo régimen para apropiarse de los bienes de las víctimas y de otros propietarios y señalaba la relación de causalidad entre este régimen de extorsión y rapiña y la emigración masiva que estaba reduciendo sustancialmente la población de la localidad.

Hasta fechas muy recientes no hemos contado con ninguna tentativa de estudiar la historia contemporánea de Olmo de la Guareña. En 2014, Alain Martín Molina, descendiente de emigrantes de esta localidad, publicó una obra en la que estudiaba la geografía y la etnografía de los distintos pueblos de la comarca. Pese a la solvencia del autor como etnógrafo, y a una escritura alejada del tono rancio habitual en las crónicas localistas, pasa de puntillas sobre lo acaecido durante los primeros cuarenta años del siglo XX y desaprovecha la oportunidad de tratar los acontecimientos de 1931-1936, que despacha con invocaciones genéricas a la “lucha fratricida” y a la presencia de “delatores, ajustes de cuentas personales, linchamientos, tomas de justicia por cuenta propia…” a la que seguiría la instauración de “una ideología de derechas aceptada por todos, al menos en la esfera pública”.

Desde al menos 2011, algunos descendientes de las víctimas han venido tratando de aclarar unos hechos cuyo recuerdo ni siquiera se había transmitido a todos los descendientes, hasta el punto de que en el curso del debate que vino a continuación hubo quienes afirmaban desconocer totalmente estos asesinatos. La iniciativa partió de Roberto Aparicio, nieto de la maestra Isabel Castro Sogo. Otros vecinos se mostraron contrarios a la recuperación de estos recuerdos. Uno de los miembros del foro ciudad replicó que “[¿] ese homenaje qué puede aportar al pueblo en el que ya casi no quedan familiares de unos ni de otros? Estoy seguro de que es un tema que no interesa nada en absoluto a los que viven en el pueblo, tienen cosas mucho más importantes de las que preocuparse”. Otra intervención acusaba a los descendientes de “estar hablando desde el rencor y la envidia” y los invitaba a “hacer algo útil por el pueblo en el 2013”. Un tercero, “los muertos descansen en paz. Los vivos parar [sic] de difamar”.

Al cumplirse años del asesinato de Raimundo, Valentín y Timoteo, un nieto del primero de ellos promovió la publicación de una esquela que fue publicada en el diario La Opinión-El Correo de Zamora y circuló en redes sociales con una amplia repercusión.



Fuentes
CASTÁN, Orosia y BEDERA, Ricardo, “Represión franquista en Torrecilla de la orden”, en www.represionfranquistavalladolid.org, 7 de junio de 2012.
MARTÍN MOLINA, Alain, La Guareña zamorana: los pueblos y sus gentes, Zamora, Semuret, 2014.
MATEOS RODRÍGUEZ, Miguel Ángel, La República en Zamora (1931-1936). Comportamiento político electoral en una sociedad tradicional, Zamora, I.E.Z. Florián de Ocampo, 1995.
MAYA FRADES, Antonio, La campiña de la Guareña. Tradición y cambio en el paisaje rural zamorano, León, Universidad de León, 1994.
RODRÍGUEZ IGLESIAS, Juan Manuel, lenguajesculturales.wordpress.com
Prensa: La Voz del Trabajo, La Tarde, Boletín de la Provincia de Zamora.
Archivo General de la Administración (Alcalá de Henares).
Archivo Histórico Provincial de Zamora, sección Gobierno Civil.
Agradecemos la colaboración de las familias de Raimundo Flores y de Isabel Castro.




Apéndice 1: Afiliados a la Sociedad de Trabajadores de la Tierra a finales de 1932






Apéndice 2: Informe del párroco Eustaquio Barrado en el que reconoce su actuación violenta






Apéndice 3: Carta a la Pirenaica (1962)

Para Radio España Independiente
Camaradas de Radio España Independiente.
Todos los días os escucho y os felicito por la gran labor que lleváis a cabo desde la emisora. También sé las muchas dificultades que tenéis para proporcionaros la debida información. Debido a ello es por lo que os mando estas cuartillas con el fin de ayudaros un poco, al menos esa es mi intención, no sé si lo conseguiré o no, vosotros me lo diréis cuando hayáis leído estas informaciones que a continuación os envío.
No soy ningún escritor ni mucho menos, eso vosotros mismos lo podéis ver, pero sí que quisiera serlo para poder expresar en el relato todo el drama que en él se encierra.
Pues bien, muchas veces os he oído hablar de la gran tragedia que viven los pueblos de España, particularmente de los pueblos que viven del campo. Yo os quiero contar la tragedia de uno de ellos, que no es única, pues como sucede en este pueblo sucede en la mayoría de ellos.
El nombre del pueblo es Olmo de la Guareña, un pequeño pueblo de la provincia de Zamora, raya con Torrecilla de la Orden, de la provincia de Valladolid, por un lado y con Tarazona de la Guareña, de la provincia de Salamanca, por el otro, o sea que las tres provincias se dan cita en mi pueblo, por lo que a pesar de ser pequeño tiene cierta importancia. Eso lo saben bien los estraperlistas en ganado.
Pues bien, para que aprecien mejor la tragedia de este pueblo les diré que en él habitamos 88 familias y 138 familias que han tenido que emigrar fuera, aparte la mayor parte de la juventud de las familias que aquí quedamos, que también se van escapando de la ignorancia, el hambre y la holgazanería.
La tragedia empezó en el verano de 1936. Llegaron al pueblo los primeros camiones de falangistas que sin más ni más se liaron a tiros con las cuadrillas de segadores que, sorprendidos, corrieron a esconderse entre los trigos aun sin segar sin saber quién los tiroteaba ni por qué lo hacían y siempre huyendo como criminales o bandidos que hubieran cometido las mayores atrocidades llegaban a sus casas, donde se enteraban de las primeras noticias de lo que estaba sucediendo. Sus familias, no menos asustadas que ellos, les decían que habían llegado unos camiones con unos hombres con camisas azules armados hasta los dientes diciendo que había estallado la guerra y dando vivas a Franco y diciendo que iban a matar a los rojos.
El pánico que entre las familias obreras existía en aquellos momentos solamente lo podemos comprender quienes lo hemos pasado. Constantemente llegaban las noticias de lo que sucedía por la calle, a fulano le han detenido y le han pegado, y a fulano y al otro y al otro, y a la mujer de tal la han cortado el pelo, a fulana también, han quemado la bandera de la Sociedad, o sea la republicana, se han incautado de la Casa del Pueblo, han precintado algunos locales, están recogiendo todas las herramientas y armas de corte, estas eran las primeras noticias, figúrense ustedes cómo estarían los nervios cuando sentías pasos que se acercan por la calle y llaman a la puerta, la impresión que en la familia de turno causaban aquellos golpes yo no soy capaz de expresarlos en toda su intensidad, otro más que se llevaban, muy doloroso era el verles marchar pero no era menos verles volver.
Perdonen el que no siga este episodio, pasado pero nunca olvidado, y menos se puede olvidar aun el gran crimen que semanas más tarde cometieron con los tres mejores hombres del pueblo, los tres mejores en todo el sentido de la palabra, pues como vulgarmente se dice eran tres pedazos de pan, sus nombres, Raimundo Flores, Valentín Martín y Timoteo Martín, tres mártires de la fiera fascista. El crimen que estos hombres habían cometido era el querer el bienestar de su pueblo, conseguir para todos jornales decentes y tratos humanos, este fue el crimen por el que una noche se los llevaron y los dejaron tirados en la cuneta de una carretera con varios tiros en el cuerpo.
Estos eran los malos. Quien los llevó allí es los [que] eran católicos que iban todos los domingos a misa a confesar sus crímenes y tener la conciencia tranquila para el día siguiente poder empezar su macabra afición, matar, matar, no importa por qué, la cosa es matar, pues eran fascistas y estos, sea donde sea y no importa qué país, todos se alimentan de lo mismo, de la sangre de las personas honradas.
En mi pueblo había unas tierras propiedad de un tal Clavijo, que este señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he conocido, solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como así hacían. El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas muchas obras de saneamiento, limpieza, regadío, pues siempre que un obrero no tenía jornal con un patrón iba a trabajar a la comunidad, y como resulta que los jornales eran muy escasos, las tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la comunidad la representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente durante algún tiempo, cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y como vicepresidente Timoteo Martín. Ese fue el motivo por el que asesinaron a estos honrados trabajadores.
Y quienes fueron los responsables de estos crímenes fueron varios pero el principal solamente uno, el más canalla, xxx1, secundado por xxx2, xxx3, xxx4 y otros más de menos categoría. Pero el más responsable y el más sinvergüenza fue el primero, xxx1, que después de asesinar a tres inocentes se apoderó de toda la cosecha de la comunidad que en aquellos momentos estaban recogiendo, con el ganado y aperos de labranza, y no pagó a nadie, hizo un negocio redondo. Ese fue el comienzo, porque después de ese ha hecho otros muchos, y sigue haciendo. El año antes de estallar la guerra el tal xxx1 estaba completamente arruinado, pues en ese año fueron a embargarle, pero el día antes un anónimo le avisó de lo que iba a suceder y tuvo tiempo de sacar todo de casa, en lo que le ayudaron todos los vecinos del pueblo, particularmente los obreros con los que tan canallamente él se portó un año más tarde. El caso fue que cuando llegaron a embargar las autoridades no lo pudieron hacer por no encontrar nada dentro de la casa, ni las paneras ni las cuadras, todo había desaparecido gracias a la ayuda desinteresada del pueblo. Bien, siguiendo con sus buenos negocios, en los primeros meses de la guerra viajaba mucho, siempre estaba ausente de casa, formaba parte de los “valientes” falangistas que se dedicaban a matar indefensos vecinos de toda la región, era su ambiente el ambiente del crimen, tenían que saciar sus ansias de sangre, tenían que matar, pero no en el frente, para ir allí eran demasiado “gallinas”.
El caso es que a partir de estas fechas, xxx1 empezó a prosperar, compró las tierras que labraban los obreros a su legítimo propietario, según se dijo poniéndole la pistola en el pecho y fijando él mismo el precio. Después de esta compra, todas las fincas rústicas o urbanas que se vendían en el pueblo él las compraba. A continuación compró una buena parte de la dehesa xxxx, que raya con nuestro pueblo, y últimamente se ha comprado en la provincia de Valladolid una dehesa entera y verdadera con todos los aperos y maquinaria que tenía dentro en varios millones de pesetas. Este granuja es el arruinado de 1935, hoy dueño y señor de todo el pueblo. 138 familias que desde 1936 han tenido que emigrar del pueblo y de las 88 que quedan, incluida la suya, la mayoría están en la más completa miseria, pues la mayoría de los obreros hacen las faenas del verano y no vuelven a ganar un jornal hasta que no vuelven a segar.
Después de no ganar nada en todo el año, el médico, a pesar de que los obreros están en el seguro de enfermedad, les obliga a pagar una iguala, si no no les atiende. El encargado de pagar o tramitar el mísero subsidio familiar les cobra vergonzosamente una prima “voluntaria”, lo mismo con el subsidio de vejez y todos los demás subsidios. Como el Ayuntamiento no tenía fondos, según ellos dijeron, y no es de extrañar, (…), pusieron el impuesto del vino, impuesto que paga lo mismo un recién nacido que uno que no haya bebido nunca vino, y como estos tíos son democráticos, todos pagan lo mismo, ricos que pobres, niños que ancianos, eso es justicia.
Cómo quieren que la gente no se marche de este infierno, ninguna persona honrada puede vivir entre tanta inmundicia, y desgraciados de los que tenemos que soportar tanto martirio, pero atención, que todo tiene un límite y 1962 no es 1936, la gente ya va viendo que se acerca el fin de tanta injusticia, que xxx1 tendrá que dar cuenta de sus actos, él y los demás de su camarilla, y ellos también se dan cuenta de que todo se viene abajo, que el pueblo es más fuerte que ellos, que lo único que le falta al pueblo es unión y que esta unión se está empezando a forjar por [en]cima de todos estos obstáculos. xxx1, nos vencisteis entonces pero aquí estamos para pediros cuentas, tenéis tres crímenes de los que tendréis que responder, podemos olvidar muchas cosas pero aquello no lo podemos olvidar.
Camaradas, esta es la tragedia de el Olmo de la Guareña, y como estas hay muchas, desgraciadamente, en toda España, cada pueblo tiene la suya pero cada pueblo tiene también sus personas honradas que no somos conformes con esa canalla y en cada pueblo somos más fuertes que ellos. ¿Y si somos más fuertes, por qué aguantar tantas humillaciones? Unámonos todos los pueblos, todos los pueblos seremos más fuerte[s] que ello. La unión hace la fuerza, en un país no es difícil unirse, y cuando ese pueblo está unido se une a otro que también lo esté, y luego a otro y a otro y así sucesivamente nos podremos unir todos y ser nosotros quien[es] hagamos la justicia, la verdadera justicia y libremos a España de todos los “xxx1” que en ella existen.
Olmo de la Guareña
29 Octubre 1962
El Chaparro
Para la Emisora



Camaradas, no sé si estas cuartillas tienen algún valor para vosotros. Mi gusto sería que las radiaseis y si pudiera ser avisaseis al pueblo el día que las vais a radiar con el fin de que todos las escuchen, como también os digo que vosotros sabéis mejor que yo lo que es conveniente y lo que no lo es. No sé si me explico bien, me parece que no, de todas formas no sois torpes y que es que me comprenderéis. “El Chaparro” es un nombre que nos dan los pueblos vecinos a los habitantes del Olmo, por lo tanto es un nombre que podéis dar sin temor. Un fuerte abrazo para todos, y si tenéis ocasión felicitar de mi parte a Pasionaria por su libro El único camino, que me he leído íntegramente, y la decís que yo tiraba piedras con el bando contrario con los de la concha.
Salud
El Chaparro

1 comentario:

  1. Hola a todos, soy Bayer Alfred de Texas, Estados Unidos, quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al Dr. Wealthy por el buen trabajo que ha hecho en mi vida con su medicamento de hierbas que me presentó, tomé las hierbas y todo salió bien ahora soy VIH negativo con la prueba del resultado de mi prueba. Mis amigos aquí en este sitio web, si se enfrentan al mismo problema, intenten ponerse en contacto con el Dr. Wealthy herbal en su casa a través de su dirección de correo electrónico wealthylovespell@gmail.com o número de WhatsApp: +2348105150446 gracias una vez más, el Dr. este hombre es un hombre temeroso de Dios y veraz.

    ResponderEliminar