El
texto que aquí presentamos no es una historia definitiva de la represión
franquista en Olmo de la Guareña. A diferencia de otras localidades que hemos
estudiado, en el caso que nos ocupa debemos admitir la existencia de lagunas
sustanciales y de cuestiones fundamentales pendientes de resolver, pero
precisamente por esta razón hemos considerado que es nuestra obligación
presentar un estado de la cuestión para que las personas que puedan aportar
alguna información colaboren en el esclarecimiento de los hechos.
Introducción
La
pequeña localidad zamorana de Olmo de la Guareña, que a comienzos del siglo XX
contaba con 310 habitantes y 85 edificios (Felipe Olmedo, 1905), limita con los
términos de Torrecilla de la Orden (Valladolid) y Tarazona de la Guareña
(Salamanca). Tres kilómetros la separan de Vallesa de la Guareña, cabecera del
municipio del mismo nombre, al que también pertenece Olmo –cuyos habitantes
representaban algo más de un tercio del conjunto del municipio-, y con la que
comparte numerosas características que las singularizan dentro de su comarca.
La
primera de estas características es la elevada concentración de la propiedad
rústica. El municipio de Vallesa era uno de los que contaban con explotaciones
más extensas en la comarca de la Guareña. Aun en la posguerra, en una comarca
en la que las grandes explotaciones seguían ocupando el 37% de la superficie
útil, Vallesa seguía representando un caso excepcional de concentración de la propiedad,
con un 74% de la tierra ocupado por explotaciones de más de 50 hectáreas, y un
43% en las de más de 100 hectáreas. Estas grandes explotaciones se concentraban
en pocas manos. Los testimonios recogidos por Rodríguez Iglesias describen un
municipio con “seis u ocho casas fuertes”, y “algunos pelgueros que tenían una
pareja o dos”, y nos dicen que en Olmo “casi el setenta por ciento de la tierra
era de gente de fuera”.
Tomando
como muestra el censo electoral de 1936 (que sólo incluye a los mayores de 22
años), el número de jornaleros en el conjunto del municipio de Vallesa (141)
era más del triple que el de los inscritos como labradores, propietarios o
agricultores (40), y en el núcleo de Olmo, la proporción de jornaleros era
todavía mayor, pues estaban censados 55 obreros del campo, que quintuplicaban a
los 11 inscritos como propietarios o arrendatarios. Este porcentaje seguiría
siendo el más alto de la Guareña en la posguerra: aun en 1955, los jornaleros
seguían representando el 64% de la población activa en Vallesa, frente a un 36%
de labradores, categoría en la que incluiríamos tanto a propietarios como a
arrendatarios (que a veces cultivaban medianas o grandes explotaciones
arrendadas por propietarios forasteros). La abundancia de mano de obra asalariada
se combinaba con el nivel de mecanización más bajo de la comarca y con la
escasez de medios que pudieran paliar el abundante paro estacional, tales como
tierras comunales, huertas o viñedo (del que Vallesa contaba con la menor
superficie de toda la comarca).
Esta
composición social la comparten Olmo (y Vallesa) con otras localidades de la
Guareña, como Castrillo de la Guareña, Vadillo de la Guareña, Fuentelapeña, y a
pueblos limítrofes situados en las provincias vecinas, como Torrecilla de la
Orden (Valladolid), a diferencia de otros con más explotaciones de pequeño o
mediano tamaño y con un mayor porcentaje de propietarios o arrendatarios o con
huertos, majuelos y prados de uso común (Fuentesaúco, Guarrate, Cañizal, El
Pego, La Bóveda de Toro, Villabuena del Puente, Villamor de los Escuderos…), lo
que configura lo que Maya Frades denomina la “realidad agraria bipolar” de la
comarca de la Guareña.
II República
La
clase propietaria, aunque representara una minoría de la población, controlaba
sólidamente los resortes del poder local. Aunque las elecciones municipales del
12 de abril de 1931 fueron protestadas, y se nombró una comisión gestora
formada por Heliodoro Puente Martín, Narciso García García y Ponciano Rodríguez
Galván (antiguo miembro de la Unión Patriótica durante la dictadura de Primo de
Rivera), todos ellos labradores vecinos del núcleo de Vallesa, tras repetirse
fue elegida una corporación de propietarios que ya habían ocupado el poder
anteriormente, como el alcalde Leopoldo Lucas Losa (1879) y los concejales
Julián Losa García (1900), Teófilo Losa Vaquero (1865)-todos ellos labradores
de Vallesa- y Valentín Martín Gutiérrez (1898)(labrador de Olmo). Otros cargos,
como el de juez municipal, estuvieron también controlados por este grupo
social, con titulares como Arturo Díez Losa (1893, de Vallesa) o Desiderio Losa
García (1884, de Olmo), y lo mismo ocurría con el control de los procesos
electorales, a través de su monopolio de la junta y las mesas electorales.
Los
propietarios no necesitaban una estructura de partido de masas para mediatizar
su acción política sino que lo hacía a través de los mecanismos de un partido
de notables, el Partido Provincial Agrario, o más específicamente de la red de
influencias de José María Cid, entre cuyos corresponsales y amigos en este
municipio encontramos a propietarios y profesionales como Albino Martínez
González (1887, médico de Olmo y miembro de la Unión Patriótica durante la
dictadura de Primo de Rivera), Heliodoro Puente Martín ( 1879), Leopoldo Lucas
Losa ( 1881), Bartolomé Puente Benito (1876), Ponciano Rodríguez Galván (1890)
y los hermanos Desiderio, Marino y Julián Losa García (1884, 1887 y 1900, el
segundo de ellos expresidente de la Unión Patriótica). Aun así, los pequeños
propietarios y arrendatarios constituyen de manera efímera la Alianza de
Labradores y su rama política, el Partido Republicano Radical Socialista, que
sólo cuenta con once afiliados en todo el término durante su breve existencia
(1932-1933).
A
pesar de estar en minoría en el censo electoral -40 propietarios, de los que 11
en Olmo, frente a 141 jornaleros, de los que 55 en Olmo-, el sólido control
ejercido por los propietarios les permitía asegurarse los resortes de la
representación política, de tal forma que en la segunda vuelta de las
elecciones generales de 1933 los votos a la candidatura derechista casi
triplicaron a los del PSOE, en las de febrero de 1936 la coalición de derechas
obtuvo un 64% (por un 31% del Frente Popular), y los votos al Frente Popular en
las elecciones a compromisarios de abril de 1936, pese a la abstención de la
coalición antirrevolucionaria, el Frente popular sólo obtuvo 109 votos.
La
presencia de elevados niveles de paro estacional propicia la conflictividad
derivada de la organización del mercado de trabajo. A primeros de julio de
1931, se convocó una huelga en Vallesa de la Guareña por salarios y jornadas de
trabajo, que se soluciona el 6 de julio, no sin que la presencia de la Guardia
Civil haya sido solicitada por “los vecinos de aquel pueblo (…) para mantener
el orden y asegurar la libertad de trabajo”.
La
Sociedad de Trabajadores de la Tierra se constituyó en marzo de 1932, como
vehículo para la defensa colectiva de los asalariados agrícolas, y aunque tenía
la sede en el núcleo de Olmo, contaba con afiliados de ambos núcleos de
población. A finales de ese año estaba integrada por 82 afiliados. Su junta
directiva, en febrero de 1933, la formaban: Raimundo Flores Martín (1880),
presidente; su vicepresidente era Honorato Casado García (1880); su secretario,
Pedro Herrero Gómez (1901); tesorero, Nazario Alonso Flores (1879); contador,
Vicente Sánchez Almaraz (1897); vicesecretario, Dionisio Alonso Ramos (1904);
vocales, Leandro Almaraz Infiesto (1905), José Casado Alonso (1913) y Leandro
García Alonso (1906). Posteriormente, Valentín Martín Flores (1908) sustituyó
en la presidencia a Raimundo Flores.
Renovación
de cargos de la Sociedad
en La Voz del Trabajo (5 de febrero de 1933)
en La Voz del Trabajo (5 de febrero de 1933)
La
falta de bienes comunales, que unida a la abundancia de mano de obra agravaba
las consecuencias del paro estacional, fue compensada en parte por la cesión de
la finca de un propietario forastero a la Sociedad para su explotación
colectiva. Tiempo después, un vecino anónimo relataría así esta experiencia de
explotación colectiva:
“En mi pueblo había unas tierras propiedad de
un tal Clavijo, que este señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he
conocido, solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en
alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como así hacían.
El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas muchas obras de
saneamiento, limpieza, regadío, pues siempre que un obrero no tenía jornal con
un patrón iba a trabajar a la comunidad, y como resulta que los jornales eran
muy escasos, las tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la
comunidad la representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente durante
algún tiempo, cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y como
vicepresidente Timoteo Martín. Ese fue el motivo por el que asesinaron a estos
honrados trabajadores”.
![]() |
Recibo de un carro adquirido por la Sociedad de Trabajadores de la Tierra |
Orígenes de la violencia fascista
Tras
la victoria electoral del Frente Popular se produjo un cambio de actitud en la
patronal agraria, que durante el bienio anterior había presionado a los
sucesivos gobiernos para que revirtieran en su favor las políticas agrarias de
1931-33. La amnistía laboral y el anuncio de que el nuevo gobierno iba a
retomar la aplicación de una legislación social y laboral que hasta ese momento
había sido incumplida por los patronos con la complicidad de muchos de estos
ayuntamientos provocaron la desafección definitiva de los patronos respecto de
la vía democrática, lo que otorgó el protagonismo a aquellos que habían
evolucionado hacia posiciones fascistas o filofascistas. Entre ellos se
encontraban jóvenes como Julio Losa Martín, de Vallesa (menor de edad, sobrino
de un concejal y de un juez municipal), cuya militancia en la Falange de
primera hora sería reconocida en 1945 con la medalla de la Vieja Guardia, o
Manuel Puente (1904), de Olmo, a quien el diario La Tarde se refería en mayo de 1936 como “de filiación fascista”, o
incluso el cura párroco Eustaquio Barrado (1910), que se autodefinía como
falangista.
El
1 de mayo de 1936, jóvenes obreros de Olmo asistieron a un baile organizado en
Cañizal con motivo del Primero de Mayo. Al ser amenazado uno de ellos, José
Casado Alonso, por fascistas y derechistas de esa localidad con armas de fuego,
decidieron regresar a Olmo. Según el relato de la prensa, a la entrada del
pueblo los esperaba “Manuel Puente, de filiación fascista, quien apenas les vio
comenzó a hacer disparos sobre ellos con una escopeta que llevaba”, por lo que
fue rodeado y desarmado. Huyó a su domicilio, del que salió armado con una
pistola, e hizo disparos sobre ellos, “hiriendo de pronóstico reservado de un
disparo en la cabeza al compañero Urbano Hernández”.
Tres
días más tarde se informaba de la reunión de una comisión de obreros con el
gobernador civil para pedirle que adoptara medidas contra los fascistas de la
localidad.
El
17 de mayo de 1936 , el diario ABC se hacía eco de la existencia de varios
heridos en el curso de una huelga en Olmo.
El
21 de mayo de 1936, en Vallesa de la Guareña, Marino Losa García, sus hijos
Marino, César y Julio Losa Martín (camisa vieja: medalla de la Vieja Guardia en
1945) y sus sobrinos Ángel y Anselmo Lucas Losa agredieron a golpes a Pascual Griñón
Díez, de 20 años, afiliado a la Sociedad Obrera; al intervenir los hermanos
mayores de Pascual, Teodoro y Francisco, fueron tiroteados por Marino Losa y
sus hijos; Teodoro fue herido de varios hachazos, y Francisco recibió un
disparo en la cabeza. Los hermanos Losa Martín fueron detenidos y puestos a
disposición del juez de instrucción de Fuentesaúco.
Alzamiento y represión
La
represión franquista ha sido estudiada en localidades limítrofes a la que aquí
presentamos, como Vadillo de la Guareña (por Cándido Ruiz) o Torrecilla de la
Orden (por Orosia Castán y Ricardo Bedera), y se advierten similitudes como la
cronología o la saña represiva, con la salvedad de ser Olmo de la Guareña una
localidad mucho más pequeña.
La
primera incursión llevada a cabo por los golpistas en Olmo parece haber sido
muy temprana, pues el párroco Eustaquio Barrado informaría posteriormente que “A los ocho o diez días del movimiento
salvador de España fuimos los falangistas a hacer registro en Olmo”, lo que
parece concordar con la fecha de las primeras detenciones en el cercano pueblo
de Vadillo de la Guareña, el 26 de julio, seis días después de que se
perpetraran los primeros asesinatos en la cercana localidad de Torrecilla de la
Orden. El testimonio del párroco permite aventurar dos hipótesis que parecen
bastante plausibles. La primera es que la operación fue llevada a cabo por
falangistas, de los que al menos una parte procedían de la misma localidad. La
segunda, que aunque la incursión tenía como pretexto “hacer registro” –efectivamente,
en esta ocasión fueron requisadas herramientas y armas de corte, además de
procederse a la ocupación del inmueble que acogía la sede de la sede de la
Sociedad Obrera -, no excluía la posibilidad de efectuar detenciones e incluso
ejecuciones:
“Entre las casas que registramos una fue la de la
Sra. Maestra, pero al llegar se negaba a saludarnos con la mano en alto y a
gritar Viva España, su madre lloraba y ella le dice ‘No llores ahora es así, ya
será de otra manera’ y dijo ‘Viva España’. Basta con decir que se la apuntó con
las armas y si no es mujer se la hubiera fusilado aquella noche”. No parece tratarse de una suposición muy
aventurada, pues en una localidad no muy lejana, Valdeperdices, y en fecha
tampoco muy lejana –el 25 de julio-, el maestro Ildefonso Jambrina fue
acribillado a tiros en su propia casa.
El
día 23 de septiembre de 1936, fueron detenidos tres afiliados a la Sociedad
Obrera: Raimundo Flores García (de 56 años, primer presidente de la Sociedad),
Valentín Martín Flores (de 28 años, segundo presidente) y Timoteo Martín
Almaraz (de 33 años, vicepresidente). Raimundo, casado y con seis hijos (Luisa,
Segundo, Gertrudis, Demetria, Lesmes y Modesta), fue detenido, según los
testigos, por falangistas locales que lo conocían bien, pues al llamarlo,
mientras trabajaba en la era, se dirigieron a él por su apodo con estas
palabras: “chato, ven con nosotros que
tienes que declarar, será un momento ". Raimundo les pidió que le
dejaran cambiarse las alpargatas pero le dijeron que era un trámite breve para
el que no necesitaría otro calzado. Los tres detenidos fueron trasladados fuera
del pueblo y asesinados en un lugar desconocido. La tercera hija de Raimundo, Gertrudis
Flores, domiciliada en Hornillos (Salamanca), se atrevió a reclamar el cuerpo
de su padre pero no solamente no le fue entregado sino que fue amenazada. En un
cuaderno que utilizaba como dietario, Gertrudis anotó la fecha del asesinato,
lo que a falta de cualquier otra inscripción oficial nos ha permitido precisar
este dato.
El
mayor de los hijos varones de Raimundo, Segundo Flores, fue detenido en
Castrillo de la Guareña y sometido a brutales palizas. Dos días después de los
asesinatos, un falangista de la localidad visitó a la familia de Raimundo para
pedirle las escrituras de propiedad de una parcela que poseían. La familia,
temerosa de la suerte del padre y del hijo –pues desconocían la muerte del
primero y temían la del segundo- no tuvo más remedio que aceptar la extorsión y
entregar las escrituras.
Tanto
el lugar como las circunstancias en que se produjeron los asesinatos permanecen
confusos. Una versión afirma que junto a ellos fueron asesinadas también una o
dos mujeres de Castrillo de la Guareña. Tampoco se conoce con certeza el lugar
en el que fueron enterrados Raimundo, Valentín y Timoteo. Un testimonio señala
una ladera en el paraje denominado Las Cumbres, situado entre Alaejos y
Castrillo de la Guareña aunque dentro del término de Torrecilla de la Orden
(Valladolid). Otra versión los sitúa cerca de las Cumbres, aunque en término de
Vadillo de la Guareña, una tercera afirma que “alguien que pasaba tuvo piedad y los enterró por la zona de Alaejos”,
una cuarta que “a unos primos, hace
unos cuarenta años, algunos de Torrecilla les comentaron que por falta de
tiempo los enterraron junto a una pared del cementerio de ese pueblo”, y
por último, existe la versión de que fueron enterrados junto a “una pared del cementerio de Castrillo”. La
confusión en torno a los lugares de asesinato y enterramiento de las víctimas
es un fenómeno habitual en la represión ejecutada en esta zona limítrofe entre
las tres provincias, y así, por ejemplo, cuatro vecinos de Torrecilla de la
Orden habrían sido asesinados en Vallesa de la Guareña, y un matrimonio de
Alaejos en el cementerio de Torrecilla, y Orosia Castán y Ricardo Bedera han
señalado la existencia en esta zona de numerosos lugares de enterramiento fuera
de los cementerios: el Tablón, la Fuente del Agua, el camino de Torrecilla a
Tarazona, la Cuesta de la Perdiz, un pinar entre Carpio y Castrejón…
La historia de Isabel Castro Sogo
La
maestra Isabel Castro Sogo, que ocupaba como interina –en sustitución por
incapacidad física de la titular- la escuela mixta de Olmo, con setenta
alumnos, tenía en 1936 cuarenta años, era viuda y tenía a su cargo cuatro hijos
y a su anciana madre. Sobrevivió al registro efectuado a finales de julio pero
fue sometida repetidamente a acoso y amenazas después de este incidente, pues
tras el hallazgo en poder de un niño de un libro que las fuerzas vivas locales
consideraron “comunista”, “tuvieron que
volver a sacarla a la calle para hacerla dar vivas patrióticos así como en
ocasiones posteriores” (testimonio de Valentín Martín Gutiérrez). Después
de esto, su conducta pública fue de total adhesión al nuevo régimen, incluyendo
la colaboración en las suscripciones abiertas para financiar el esfuerzo bélico
de los golpistas.
Un
mes después de los incidentes mencionados, se iniciaron las actuaciones contra
ella en el ámbito profesional, inicialmente por la vía disciplinaria con la
Universidad de Salamanca como órgano decisorio, pero el alcalde Bartolomé
Puente informó el 27 de agosto de 1936 que “esta
señora, aunque se rumorea que simpatiza con las izquierdas, no hay hechos probados
que lo acrediten”. Una vez establecido el procedimiento depurador a finales
de año, se reanudaron las actuaciones, esta vez instruidas por la Comisión de
Depuración del Magisterio de la provincia, que solicitó nuevos informes.
Requerido nuevamente, el alcalde insistió en enero de 1937 en que la conducta
profesional de la maestra era “bastante
buena y trabajadora (…) teniendo amor
a la enseñanza”, su conducta social y particular era buena, “sin motivos a quejas del vecindario”, y
negaba que hubiera tenido ninguna actuación política, ni siquiera para votar
(pese a que estaba censada). También informó favorablemente el comandante del
puesto de la Guardia Civil de Cañizal, Serafín Encinas.
Pero
sus enemigos, encabezados por el párroco Eustaquio Barrado, iban a demostrar
más fuerza. En informe del 24 de noviembre de 1936, además del relato
anteriormente citado, el sacerdote la descalificaba como maestra afirmando que
“los niños y niñas están bastante
atrasados”, que “siempre según
informes del pueblo, ha tirado más para los socialistas, y no trataba con las
personas de orden, sino al contrario, inclusive insultó a las personas que iban
a Misa, burlándose de ellas”, que “a
Misa no iba, y digo no iba porque ahora si va”. El padre de familia
Valentín Martín Gutiérrez (concejal en la corporación elegida en 1931), en
informe de 19 de enero de 1937, la acusó de “bastante abandono de la escuela y deficiencia de la enseñanza”, de
ser “de ideas estremistas [sic] y antirelijiosas [sic]”, de tener
“intimidad” con “familias caracterizadas
de izquierdas”, que “no asistía a
cultos relijiosos y en la escuela estremaba la enseñanza laica”, que “se significaba como afecta al Frente popular
con ideas socialistas”, que difundía “ideas subersivas [sic] entre los
obreros”. El 30 de marzo la Comisión Provincial emitió un pliego de cargos en
el que la calificaba de “bastante
deficiente en el aspecto profesional”, “afecta
siempre a la política de izquierdas” y que “traspasaba en la Escuela los límites del laicismo en perjuicio de la
religión”.
En
su pliego de descargo, el 7 de abril, Isabel atribuía el atraso de los alumnos
la falta de celo de los padres en la educación de sus hijos, “que primero los traen jugando en las calles
que mandarlos a la escuela”, negaba haber tenido cualquier actuación
política, afirmando incluso ser “de derechas”, insistía en sus convicciones
católicas declarando haberse casado “como Dios manda”, haber bautizado a sus
hijos, recordaba que “hace tres años, la
única que en el pueblo hizo la primera comunión fue mi hija”, contradecía
–sin conocerla- la acusación del párroco de no haber asistido a misa afirmando
que “antes del Movimiento aquí nadie iba
a la Iglesia, siendo yo una de las escasas personas que acudían” y que si
había dejado de enseñar la religión fue debido a la prohibición por parte del
régimen republicano: “las leyes nos
prohibieron enseñar religión así se hizo, y ellas ahora nos mandan pues así lo
hago”. Finalmente, solicitaba que la Comisión Provincial y la Inspección
visitaran el pueblo para comprobar la situación real de la escuela y lo
infundado de unas denuncias que, por lo demás, eran inevitables dado que “no podemos estar libres de tener alguna
persona descontenta y [que] no me
aprecie como el resto del pueblo”. Isabel adjuntaba a su descargo un
certificado emitido por el párroco, que le atribuía “buena conducta moral” y reconocía que la maestra preparaba a las
niñas para la primera comunión “por no estar yo en el pueblo”, pero con un
inciso –“en el tiempo que llevo yo
encargado de la parroquia y según los informes obtenidos de las Autoridades del
pueblo”- que la Comisión consideró que hacía que este certificado no
invalidara el anterior informe inculpatorio.
Miembros
de la Comisión Provincial se desplazaron a Olmo, y según afirmaron obtuvieron “una impresión muy poco favorable a la
interesada”, pero un pliego de treinta firmas de padres de alumnos en
defensa de enseñanza “tanto moral como
religiosa” y de la conducta política de Isabel, y una declaración favorable
de 28 de junio de 1937 del alcalde Manuel Puente y del concejal Tomás García
Almaraz (Olmo, 1875) los hicieron “dudar un tanto de la culpabilidad de
referida maestra”, por lo que estimaron que “de existir tal duda respecto a la valoración de cargos y descargos, es
preferible inclinarse a favor de la expedientada” –frente a la opción más
previsible en caso de haber asumido los informes más desfavorables, que habría
sido la separación definitiva de la enseñanza- y el 18 de junio de 1937
propusieron limitar la sanción a la pérdida del cargo actual, inhabilitación
para ejercer la profesión durante dos años e inhabilitación definitiva para
desempeñar cargos directivos en la enseñanza. El 26 de marzo de 1938, el
expediente fue remitido a la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta
Técnica del Estado (gobierno de Burgos), que finalmente resolvió, en noviembre
de 1939, sancionar a la maestra con suspensión por dos años, traslado fuera de
la provincia, prohibición de solicitar vacantes durante cinco años e
inhabilitación para cargos directivos y de confianza. Según su familia, Isabel
Castro Sogo no pudo volver a ejercer la enseñanza y, con la salud quebrantada, falleció
con 57 años.
La memoria de la represión
El
régimen franquista se implantó por medio de una violencia que propició la
extorsión y la rapiña en un clima de impunidad favorecido por el terror y de
exclusión y discriminación de los familiares de las víctimas. La alcaldía fue
ocupada sucesivamente por Bartolomé Puente Benito (1876), Julián Losa García
(1900) -ambos propietarios de Vallesa, pertenecientes a algunas de las familias
que tradicionalmente habían detentado el poder local-, y Manuel Puente Andrés
(1904), de Olmo. Al frente de la parroquia, Eustaquio Barrado fue sustituido
por otro compañero suyo de Falange Venancio Rodríguez Matilla, autodefinido
como camisa vieja.
La
eliminación de las organizaciones de clase propició la indefensión de los
asalariados del campo frente a la explotación laboral, y esta clase social cuyo
descabezamiento había sido uno de los móviles principales de la sublevación
fascista recibió el golpe de gracia con la política del régimen, cuyos
principios ruralistas se quedaban en simple retórica altisonante. La crisis
propició en esos momentos un empobrecimiento generalizado de jornaleros y
pequeños propietarios. Perdida la opción del cultivo de la dehesa cedida a la
“comunidad”, los jornaleros solicitaron en 1952 la constitución de un grupo de
huertos familiares en la única pradera de propios existente en el municipio –el
Prado Redondo de Vallesa-, a lo que el ayuntamiento se opuso reiteradamente alegando
que este terreno era necesario para realizar la trilla y que “no existen obreros parados en ninguna época
del año” (Pleno de 30 de julio de 1952), para terminar cediendo una parte
de la pradera tras cinco años de “intensas gestiones” (sic) de la Hermandad
Sindical de Labradores y Ganaderos, que contradiciendo al Ayuntamiento tuvo que
insistir en “la situación apurada de los
obreros de la localidad” y en que los huertos eran “de suma necesidad para evitar el desplazamiento de los obreros al Norte
en estos meses de invierno”. En agosto de 1961, el alcalde Manuel Puente
Andrés, autodefinido como “labrador modesto y sin preparación alguna”, y que había
presidido el Pleno en el que se acordó comunicar la inexistencia de obreros en
paro, se atrevía a proponer al gobierno que adoptara medidas proteccionistas
para evitar “que después de criados y
formados en España, tengan que abandonar la Patria, tantos hombres como emigran
en busca de mejor fortuna, para rendir su esfuerzo y trabajo en beneficio de
naciones extranjeras”. Evidentemente, parches como los huertos familiares o
las ocurrencias del alcalde no impidieron que la emigración masiva quedaba como
única solución para los jornaleros.
Sin
embargo, la memoria de los vencidos permaneció viva y bajo la apariencia de
aceptación unánime del régimen dictatorial proliferaron pequeños actos de
resistencia cotidiana. El 17 de marzo de 1946 apareció en la fachada de la casa
del alcalde Julián Losa García una pintada con la inscripción “Viva Rusia,
muera el alcalde” y cinco jóvenes de entre 20 y 23 años fueron detenidos por
ello y puestos a disposición del gobernador militar. Varios vecinos fueron
denunciados en abril 1950 por negarse a aceptar los emblemas del Frente de
Juventudes. En mayo de 1956, dos vecinos “de antecedentes izquierdistas” fueron
sancionados con multas de 1.000 pesetas por pinchar las ruedas de un coche de
la Jefatura Provincial del Movimiento. Un propietario local que alcanzó un alto
cargo en el Ministerio de Justicia envió a comienzos de los años 60 una pareja
de policías de la brigada de Investigación Criminal a realizar interrogatorios
en su municipio de origen porque atribuyó causas políticas a las dos
intrusiones que sufrió en poco tiempo en su domicilio familiar.
El
29 de octubre de 1962 un vecino del pueblo que ocultaba su nombre bajo el
seudónimo “El Chaparro” –apelativo que funciona informalmente como gentilicio
para todos los habitantes de Olmo- remitió una carta (que transcribimos en
apéndice) a Radio España Independiente en la que hacía referencia a los hechos
acaecidos en la localidad en 1936, señalando con nombres y apellidos o con
apodos a los perpetradores, a los que acusaba de haberse beneficiado del nuevo
régimen para apropiarse de los bienes de las víctimas y de otros propietarios y
señalaba la relación de causalidad entre este régimen de extorsión y rapiña y
la emigración masiva que estaba reduciendo sustancialmente la población de la
localidad.
Hasta
fechas muy recientes no hemos contado con ninguna tentativa de estudiar la
historia contemporánea de Olmo de la Guareña. En 2014, Alain Martín Molina,
descendiente de emigrantes de esta localidad, publicó una obra en la que
estudiaba la geografía y la etnografía de los distintos pueblos de la comarca.
Pese a la solvencia del autor como etnógrafo, y a una escritura alejada del
tono rancio habitual en las crónicas localistas, pasa de puntillas sobre lo
acaecido durante los primeros cuarenta años del siglo XX y desaprovecha la
oportunidad de tratar los acontecimientos de 1931-1936, que despacha con
invocaciones genéricas a la “lucha fratricida” y a la presencia de “delatores,
ajustes de cuentas personales, linchamientos, tomas de justicia por cuenta
propia…” a la que seguiría la instauración de “una ideología de derechas
aceptada por todos, al menos en la esfera pública”.
Desde
al menos 2011, algunos descendientes de las víctimas han venido tratando de
aclarar unos hechos cuyo recuerdo ni siquiera se había transmitido a todos los
descendientes, hasta el punto de que en el curso del debate que vino a
continuación hubo quienes afirmaban desconocer totalmente estos asesinatos. La
iniciativa partió de Roberto Aparicio, nieto de la maestra Isabel Castro Sogo. Otros
vecinos se mostraron contrarios a la recuperación de estos recuerdos. Uno de
los miembros del foro ciudad replicó que “[¿] ese homenaje qué puede aportar al pueblo en el que ya casi no quedan
familiares de unos ni de otros? Estoy seguro de que es un tema que no interesa
nada en absoluto a los que viven en el pueblo, tienen cosas mucho más
importantes de las que preocuparse”. Otra intervención acusaba a los
descendientes de “estar hablando desde el rencor y la envidia” y los invitaba a
“hacer algo útil por el pueblo en el 2013”. Un tercero, “los muertos descansen
en paz. Los vivos parar [sic] de difamar”.
Al
cumplirse años del asesinato de Raimundo, Valentín y Timoteo, un nieto del
primero de ellos promovió la publicación de una esquela que fue publicada en el
diario La Opinión-El Correo de Zamora
y circuló en redes sociales con una amplia repercusión.
Fuentes
CASTÁN,
Orosia y BEDERA, Ricardo, “Represión franquista en Torrecilla de la orden”, en www.represionfranquistavalladolid.org,
7 de junio de 2012.
MARTÍN
MOLINA, Alain, La Guareña zamorana: los
pueblos y sus gentes, Zamora, Semuret, 2014.
MATEOS
RODRÍGUEZ, Miguel Ángel, La República en
Zamora (1931-1936). Comportamiento político electoral en una sociedad
tradicional, Zamora, I.E.Z. Florián de Ocampo, 1995.
MAYA
FRADES, Antonio, La campiña de la Guareña.
Tradición y cambio en el paisaje rural zamorano, León, Universidad de León,
1994.
RODRÍGUEZ
IGLESIAS, Juan Manuel, lenguajesculturales.wordpress.com
Prensa:
La Voz del Trabajo, La Tarde, Boletín de la Provincia de Zamora.
Archivo
General de la Administración (Alcalá de Henares).
Archivo
Histórico Provincial de Zamora, sección Gobierno Civil.
Agradecemos la colaboración de las familias de Raimundo Flores y de
Isabel Castro.
Apéndice 1: Afiliados a la Sociedad de
Trabajadores de la Tierra a finales de 1932
Apéndice 2: Informe del párroco Eustaquio Barrado
en el que reconoce su actuación violenta
Apéndice 3: Carta a la Pirenaica (1962)
Para Radio España Independiente
Camaradas de Radio España Independiente.
Todos los días os escucho y os felicito por la
gran labor que lleváis a cabo desde la emisora. También sé las muchas
dificultades que tenéis para proporcionaros la debida información. Debido a
ello es por lo que os mando estas cuartillas con el fin de ayudaros un poco, al
menos esa es mi intención, no sé si lo conseguiré o no, vosotros me lo diréis
cuando hayáis leído estas informaciones que a continuación os envío.
No soy ningún escritor ni mucho menos, eso
vosotros mismos lo podéis ver, pero sí que quisiera serlo para poder expresar
en el relato todo el drama que en él se encierra.
Pues bien, muchas veces os he oído hablar de la
gran tragedia que viven los pueblos de España, particularmente de los pueblos
que viven del campo. Yo os quiero contar la tragedia de uno de ellos, que no es
única, pues como sucede en este pueblo sucede en la mayoría de ellos.
El nombre del pueblo es Olmo de la Guareña, un
pequeño pueblo de la provincia de Zamora, raya con Torrecilla de la Orden, de
la provincia de Valladolid, por un lado y con Tarazona de la Guareña, de la
provincia de Salamanca, por el otro, o sea que las tres provincias se dan cita
en mi pueblo, por lo que a pesar de ser pequeño tiene cierta importancia. Eso
lo saben bien los estraperlistas en ganado.
Pues bien, para que aprecien mejor la tragedia de
este pueblo les diré que en él habitamos 88 familias y 138 familias que han
tenido que emigrar fuera, aparte la mayor parte de la juventud de las familias
que aquí quedamos, que también se van escapando de la ignorancia, el hambre y
la holgazanería.
La tragedia empezó en el verano de 1936. Llegaron
al pueblo los primeros camiones de falangistas que sin más ni más se liaron a
tiros con las cuadrillas de segadores que, sorprendidos, corrieron a esconderse
entre los trigos aun sin segar sin saber quién los tiroteaba ni por qué lo
hacían y siempre huyendo como criminales o bandidos que hubieran cometido las
mayores atrocidades llegaban a sus casas, donde se enteraban de las primeras
noticias de lo que estaba sucediendo. Sus familias, no menos asustadas que
ellos, les decían que habían llegado unos camiones con unos hombres con camisas
azules armados hasta los dientes diciendo que había estallado la guerra y dando
vivas a Franco y diciendo que iban a matar a los rojos.
El pánico que entre las familias obreras existía
en aquellos momentos solamente lo podemos comprender quienes lo hemos pasado.
Constantemente llegaban las noticias de lo que sucedía por la calle, a fulano
le han detenido y le han pegado, y a fulano y al otro y al otro, y a la mujer
de tal la han cortado el pelo, a fulana también, han quemado la bandera de la
Sociedad, o sea la republicana, se han incautado de la Casa del Pueblo, han
precintado algunos locales, están recogiendo todas las herramientas y armas de
corte, estas eran las primeras noticias, figúrense ustedes cómo estarían los
nervios cuando sentías pasos que se acercan por la calle y llaman a la puerta,
la impresión que en la familia de turno causaban aquellos golpes yo no soy
capaz de expresarlos en toda su intensidad, otro más que se llevaban, muy
doloroso era el verles marchar pero no era menos verles volver.
Perdonen el que no siga este episodio, pasado pero
nunca olvidado, y menos se puede olvidar aun el gran crimen que semanas más
tarde cometieron con los tres mejores hombres del pueblo, los tres mejores en
todo el sentido de la palabra, pues como vulgarmente se dice eran tres pedazos
de pan, sus nombres, Raimundo Flores, Valentín Martín y Timoteo Martín, tres
mártires de la fiera fascista. El crimen que estos hombres habían cometido era
el querer el bienestar de su pueblo, conseguir para todos jornales decentes y
tratos humanos, este fue el crimen por el que una noche se los llevaron y los
dejaron tirados en la cuneta de una carretera con varios tiros en el cuerpo.
Estos eran los malos. Quien los llevó allí es los
[que] eran católicos que iban todos los domingos a misa a confesar sus crímenes
y tener la conciencia tranquila para el día siguiente poder empezar su macabra
afición, matar, matar, no importa por qué, la cosa es matar, pues eran
fascistas y estos, sea donde sea y no importa qué país, todos se alimentan de
lo mismo, de la sangre de las personas honradas.
En mi pueblo había unas tierras propiedad de un
tal Clavijo, que este señor no puedo dar más detalles, pues nunca le he
conocido, solamente sé de él que aquí tenía unas propiedades que se las dio en
alquiler a los obreros para que éstos las explotaran en común como así hacían.
El poco tiempo que éstos las trabajaron hicieron en ellas muchas obras de saneamiento,
limpieza, regadío, pues siempre que un obrero no tenía jornal con un patrón iba
a trabajar a la comunidad, y como resulta que los jornales eran muy escasos,
las tierras siempre estaban bien trabajadas. La dirección de la comunidad la
representaban estos tres, Raimundo Flores como presidente durante algún tiempo,
cargo en el que le sustituyó Valentín Martín y como vicepresidente Timoteo
Martín. Ese fue el motivo por el que asesinaron a estos honrados trabajadores.
Y quienes fueron los responsables de estos
crímenes fueron varios pero el principal solamente uno, el más canalla, xxx1,
secundado por xxx2, xxx3, xxx4 y otros más de menos categoría. Pero el más
responsable y el más sinvergüenza fue el primero, xxx1, que después de asesinar
a tres inocentes se apoderó de toda la cosecha de la comunidad que en aquellos
momentos estaban recogiendo, con el ganado y aperos de labranza, y no pagó a
nadie, hizo un negocio redondo. Ese fue el comienzo, porque después de ese ha
hecho otros muchos, y sigue haciendo. El año antes de estallar la guerra el tal
xxx1 estaba completamente arruinado, pues en ese año fueron a embargarle, pero
el día antes un anónimo le avisó de lo que iba a suceder y tuvo tiempo de sacar
todo de casa, en lo que le ayudaron todos los vecinos del pueblo,
particularmente los obreros con los que tan canallamente él se portó un año más
tarde. El caso fue que cuando llegaron a embargar las autoridades no lo
pudieron hacer por no encontrar nada dentro de la casa, ni las paneras ni las
cuadras, todo había desaparecido gracias a la ayuda desinteresada del pueblo.
Bien, siguiendo con sus buenos negocios, en los primeros meses de la guerra
viajaba mucho, siempre estaba ausente de casa, formaba parte de los “valientes”
falangistas que se dedicaban a matar indefensos vecinos de toda la región, era
su ambiente el ambiente del crimen, tenían que saciar sus ansias de sangre,
tenían que matar, pero no en el frente, para ir allí eran demasiado “gallinas”.
El caso es que a partir de estas fechas, xxx1
empezó a prosperar, compró las tierras que labraban los obreros a su legítimo
propietario, según se dijo poniéndole la pistola en el pecho y fijando él mismo
el precio. Después de esta compra, todas las fincas rústicas o urbanas que se
vendían en el pueblo él las compraba. A continuación compró una buena parte de
la dehesa xxxx, que raya con nuestro pueblo, y últimamente se ha comprado en la
provincia de Valladolid una dehesa entera y verdadera con todos los aperos y
maquinaria que tenía dentro en varios millones de pesetas. Este granuja es el
arruinado de 1935, hoy dueño y señor de todo el pueblo. 138 familias que desde
1936 han tenido que emigrar del pueblo y de las 88 que quedan, incluida la
suya, la mayoría están en la más completa miseria, pues la mayoría de los
obreros hacen las faenas del verano y no vuelven a ganar un jornal hasta que no
vuelven a segar.
Después de no ganar nada en todo el año, el
médico, a pesar de que los obreros están en el seguro de enfermedad, les obliga
a pagar una iguala, si no no les atiende. El encargado de pagar o tramitar el
mísero subsidio familiar les cobra vergonzosamente una prima “voluntaria”, lo
mismo con el subsidio de vejez y todos los demás subsidios. Como el Ayuntamiento
no tenía fondos, según ellos dijeron, y no es de extrañar, (…), pusieron el
impuesto del vino, impuesto que paga lo mismo un recién nacido que uno que no
haya bebido nunca vino, y como estos tíos son democráticos, todos pagan lo
mismo, ricos que pobres, niños que ancianos, eso es justicia.
Cómo quieren que la gente no se marche de este
infierno, ninguna persona honrada puede vivir entre tanta inmundicia, y
desgraciados de los que tenemos que soportar tanto martirio, pero atención, que
todo tiene un límite y 1962 no es 1936, la gente ya va viendo que se acerca el
fin de tanta injusticia, que xxx1 tendrá que dar cuenta de sus actos, él y los
demás de su camarilla, y ellos también se dan cuenta de que todo se viene
abajo, que el pueblo es más fuerte que ellos, que lo único que le falta al
pueblo es unión y que esta unión se está empezando a forjar por [en]cima de
todos estos obstáculos. xxx1, nos vencisteis entonces pero aquí estamos para
pediros cuentas, tenéis tres crímenes de los que tendréis que responder,
podemos olvidar muchas cosas pero aquello no lo podemos olvidar.
Camaradas, esta es la tragedia de el Olmo de la
Guareña, y como estas hay muchas, desgraciadamente, en toda España, cada pueblo
tiene la suya pero cada pueblo tiene también sus personas honradas que no somos
conformes con esa canalla y en cada pueblo somos más fuertes que ellos. ¿Y si
somos más fuertes, por qué aguantar tantas humillaciones? Unámonos todos los
pueblos, todos los pueblos seremos más fuerte[s] que ello. La unión hace la
fuerza, en un país no es difícil unirse, y cuando ese pueblo está unido se une
a otro que también lo esté, y luego a otro y a otro y así sucesivamente nos
podremos unir todos y ser nosotros quien[es] hagamos la justicia, la verdadera
justicia y libremos a España de todos los “xxx1” que en ella existen.
Olmo
de la Guareña
29 Octubre
1962
El
Chaparro
Para
la Emisora
Camaradas, no sé si estas cuartillas tienen algún
valor para vosotros. Mi gusto sería que las radiaseis y si pudiera ser
avisaseis al pueblo el día que las vais a radiar con el fin de que todos las
escuchen, como también os digo que vosotros sabéis mejor que yo lo que es
conveniente y lo que no lo es. No sé si me explico bien, me parece que no, de
todas formas no sois torpes y que es que me comprenderéis. “El Chaparro” es un
nombre que nos dan los pueblos vecinos a los habitantes del Olmo, por lo tanto
es un nombre que podéis dar sin temor. Un fuerte abrazo para todos, y si tenéis
ocasión felicitar de mi parte a Pasionaria por su libro El único camino, que me
he leído íntegramente, y la decís que yo tiraba piedras con el bando contrario
con los de la concha.
Salud
El
Chaparro
Hola a todos, soy Bayer Alfred de Texas, Estados Unidos, quiero aprovechar esta oportunidad para agradecer al Dr. Wealthy por el buen trabajo que ha hecho en mi vida con su medicamento de hierbas que me presentó, tomé las hierbas y todo salió bien ahora soy VIH negativo con la prueba del resultado de mi prueba. Mis amigos aquí en este sitio web, si se enfrentan al mismo problema, intenten ponerse en contacto con el Dr. Wealthy herbal en su casa a través de su dirección de correo electrónico wealthylovespell@gmail.com o número de WhatsApp: +2348105150446 gracias una vez más, el Dr. este hombre es un hombre temeroso de Dios y veraz.
ResponderEliminar