Audelino
González Villa (1901-1984)
Uno
de los mayores logros de la dictadura de Franco ha sido el de moldear a su
conveniencia la cultura política de los españoles, haciendo que gran parte de
la población asumiera no solamente la idea de la legitimidad –de origen o de
ejercicio- del régimen sino también su relato de los hechos e incluso los
conceptos que formaron su lenguaje político. Entre los conceptos que,
convenientemente banalizados, fueron asumidos de forma acrítica por buena parte
de la sociedad, se encuentra el de “persecución religiosa”. Con este concepto
se ha pretendido deslegitimar a la II República, estableciendo una relación de continuidad
entre las políticas de separación de la Iglesia y el Estado de 1931-1933 (y de
algún gobierno de la Restauración) y la represión incontrolada que se
desarrolló después del 18 de julio de 1936 en la zona que permaneció leal a la
República. Este concepto de “persecución religiosa” se ha llegado a convertir
en un tópico generalizado entre historiadores aficionados y cronistas locales,
de tal manera que muchos lectores asumen como verdades de sentido común que se
definan como persecución a los católicos medidas como la desacralización de los
espacios públicos, la extensión de la enseñanza pública (que los gobiernos de
la monarquía habían descuidado, dejando en manos de la Iglesia un virtual
monopolio en algunos niveles, como la enseñanza secundaria), e incluso la
concesión de libertad de cultos a la minoría protestante.
Por
otra parte, se omite la circunstancia de que en muchos casos las represalias
que sufrieron los religiosos y los activistas laicos de Acción Católica, ACNP,
etc., en la zona leal se debieron a su actuación política y no a sus creencias
íntimas, no en vano la militancia en organizaciones como Acción Popular o la
propia Falange se compatibilizaba con la pertenencia a las organizaciones del
laicado (de la misma forma que se asume la motivación política de las
represalias de los golpistas contra religiosos que compatibilizaron su fe
católica con la militancia en organizaciones leales a la República).
Hay
otro aspecto que no debemos descuidar, y es que al disfrazar de “persecución”
la recuperación de competencias por parte de los poderes públicos y el
establecimiento de una política de igualdad entre las diferentes creencias, se
ocultan, por contraste, otras formas de persecución religiosa, no menos dignas
de esta denominación, e impulsadas por la Iglesia, tales como la represión de
la masonería (que como sabemos, era una organización políticamente
transversal), la depuración del magisterio (en la que, como sabemos, Acción
Católica tuvo mayor protagonismo que la Falange) o las represalias de las que
fueron objeto muchos protestantes en los lugares en los que triunfó el golpe
franquista.
Los
casos más conocidos de protestantes zamoranos víctimas de la represión
franquista son los del pastor evangélico Atilano Coco (cuya detención y
asesinato en Salamanca provocó el célebre incidente entre su amigo Miguel de
Unamuno y Millán Astray) y el librero Pedro de Vega (asesinado en Córdoba).
Otras víctimas protestantes de la represión franquista en Zamora fueron los
miembros de la comunidad evangélica de Castrogonzalo Antonio Rodríguez Gómez y
Elías García Argüello. El caso de Audelino González Villa, aunque sobrevivió a
las represalias de las que fue objeto, es significativo porque no sólo nos
ilustra sobre la persecución desatada por el nacionalcatolicismo contra los
protestantes sino también sobre otro móvil de la represión franquista, la lucha
entre conservadores y republicanos en el seno de los colegios profesionales.
Nació
en Villarente (León) el 20 de julio de 1901. Su padre era agricultor y ganadero
y su madre regentaba un comercio, y en su familia había varios religiosos
jesuitas. Tras una fase de indiferencia religiosa, sus lecturas autodidactas de
la Biblia lo llevaron a ponerse en contacto con los círculos protestantes de
León y en 1919 se bautizó por inmersión en la iglesia evangélica de Toral de
los Guzmanes.
Desde
muy joven se aficionó a la bibliofilia y adquirió numerosos libros antiguos,
especialmente ediciones de la Biblia y libros antiguos de veterinaria, y de
ambas especialidades llegó a formar la mayor colección existente en España en
manos privadas, con más de 15.000 ejemplares, de las que un millar eran
ediciones antiguas de la Biblia.
Tras
renunciar a su inclinación inicial por la medicina, estudió la carrera de
Veterinaria en León, donde fue discípulo de Félix Gordón Ordás, en cuya revista
Semana Veterinaria colaboró, y
presidió el Ateneo Escolar Veterinario. También fue socio fundador del Montepío
Veterinario y del Colegio de Huérfanos Veterinario, y mantuvo relación con
Justino de Azcárate, Miguel de Unamuno y Benito Pérez Galdós.
Entre
1923 y 1927 tuvo sus primeros destinos profesionales, como veterinario interino
en Pola de Allande (Asturias) y ya como titular en Quiroga (Lugo). En esta
segunda localidad existía una pequeña comunidad evangélica, pero tras su
nombramiento sufrió el rechazo de un sector de la sociedad local, espoleado por
los obispos de Astorga y Mondoñedo y por el diario El Ideal Gallego, por medio de denuncias y recogida de firmas
pidiendo su destitución. Agotado por la campaña en su contra, renunció a este
destino y, tras un breve paso por Melliz (La Coruña), tomó posesión de la plaza
de Fuentes de Ropel (Zamora), en 1927. Ese mismo año se casó con Abigail Vidal,
en el primer matrimonio civil celebrado en el Ayuntamiento de León. Tuvieron cinco
hijos, de los que llegaron a mayores Rodolfo (su biógrafo), Alfredo, Lydia y
Elena.
Fuentes
de Ropel, donde ejerció entre 1927 y 1933, se encontraba en un entorno propicio
al culto protestante, en las inmediaciones de las comunidades de Castrogonzalo
y Barcial del Barco, impulsadas por los misioneros británicos William Willies y
Arthur Shallis, y con este último colaboró Audelino en sus predicaciones en La
Torre del Valle y Benavente. Su presencia en este destino coincidió con la
llegada de la República, que Audelino celebró por la perspectiva de libertad de
conciencia que ofrecía. En 1934 llegó a ser ponente en el III Congreso
Evangélico Nacional.
En
1933 fue nombrado veterinario titular de Benavente. Allí adquirió un solar con
la intención de instalar el que habría sido el primer hospital de España para
animales, y promovió el control sanitario de la leche, el uso del matadero y la
ordenación de un mercado ganadero con garantías sanitarias. Fue vocal de la
Asociación Provincial Veterinaria de Zamora, presidida por Manuel Gutiérrez
Acebes, y juntos crearon el Boletín de la asociación. En junio de 1933 fue
elegido vocal del Colegio de veterinarios de la provincia y en agosto de 1935,
vicepresidente.
En
Benavente desarrolló una gran amistad personal con José Almoina, funcionario de
correos y presidente de la agrupación socialista, basada en la afición
compartida por los libros (aunque no en afinidad política), y que perduraría,
en forma de relación epistolar, tras la marcha de Almoina al exilio, primero a
la República Dominicana y después a México.
Tras
el golpe de estado de julio de 1936 y la ocupación de Benavente por los
golpistas, la Falange saqueó la capilla evangélica de la ciudad, quemó
públicamente las biblias e himnarios y trasladó los bancos a un café y el
armonio a una iglesia católica. Varios miembros de la comunidad protestante de
Castrogonzalo, como el viajante de comercio Antonio Rodríguez Gómez y el
alcalde Elías García Argüello, fueron asesinados. El 24 de agosto –coincidiendo
con el aniversario de la noche de San Bartolomé-, Audelino fue detenido por
falangistas y trasladado a Zamora, en cuya cárcel coincidió con numerosos
detenidos de Benavente, muchos de los cuales serían asesinados el otoño
siguiente. El 4 de septiembre fue trasladado a la cárcel de Toro, de la que fue
puesto en libertad el 6 de enero de 1937, tras lograr su esposa informes
favorables de todas las autoridades de Benavente excepto el párroco.
Audelino
perdió su destino en Benavente y su puesto de vicepresidente del Colegio de
Veterinarios de Zamora, que fue ocupado, el 25 de septiembre de 1937, por el
diputado provincial Casimiro Barrigón.
Entre
1937 y el final de la guerra, Audelino no pudo ejercer su profesión, por lo que
tuvo que trabajar en una fábrica de harinas, como agente comercial y vendiendo
juguetes. Al final de la guerra trató de cobrar las deudas pendientes de sus
clientes de Benavente pero fue detenido por falangistas locales, golpeado y
purgado con ricino, y recibió la advertencia de no regresar a la localidad.
Posteriormente trató de ejercer como veterinario en León, sin destino en
propiedad. Entre el 24 de enero y el 19 febrero de 1942 estuvo detenido en León
para ser interrogado por su relación con el representante de productos
veterinarios Matías Bueno de Diego, natural de Benavente, que había coincidido
con él en la cárcel de Zamora y que, tras ser detenido bajo la acusación de
pertenecer al PCE, había muerto en comisaría.
En
1951 pudo volver a ejercer como veterinario titular en La Pola de Gordón
(León), donde permaneció hasta su jubilación. También siguió predicando la
Biblia, y después del Concilio Vaticano II y del final del franquismo,
participó incluso en actos de tipo ecuménico organizados por la Iglesia
católica en León, donde falleció el 4 de noviembre de 1984.
Eduardo
Martín, 9 de noviembre de 2015
Fuentes:
Castro
Cuenca, Virgilio, Serantes Gómez, Alicia E. y Lorenzo Ruiz, José, Historia del Colegio Oficial de Veterinarios
de Zamora, Zamora, Colegio Oficial de Veterinarios, 2007.
Cordero
del Campillo, Miguel, “Veterinarios republicanos en la guerra civil y el
exilio”, en Cuerpo Nacional Veterinario,
100 Aniversario, pp. 139-146.
González
Vidal, Rodolfo A., “Audelino González Villa. Veterinario, bibliófilo y
heterodoxo en Benavente”, en Brigecio,
16 (2006), pp. 147-160.
León,
Manuel de, “Audelino González y la guerra civil”, en Protestantedigital.com, 11 de enero de 2012.
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