ANTONIO PERTEJO SESEÑA (Zamora, 1912-1936)
Antonio Pertejo Seseña logró en su corta
vida ganarse el respeto de un amplio sector de asalariados y pequeños
propietarios de la Zamora del período republicano, entre los que su merecida
fama de honradez e integridad le otorgaron una influencia y autoridad moral que
lo convirtieron en un objetivo prioritario del plan de exterminio de los
golpistas de 1936.
Nació en Zamora en 1912, miembro de una
familia numerosa de clase media en la que encontramos exponentes de diversas
orientaciones políticas e ideológicas. Su padre, José Pertejo Díez, de origen
leonés, era un empleado del Banco de España, profundamente católico. Su madre,
María Antonia Seseña, natural de Madrid, simpatizó con las tendencias políticas
progresistas de varios de sus hijos. Ambos respetaron las opciones que
siguieron sus hijos, a los que proporcionaron una cuidada educación: tres de
ellos, María, José y Jesusa, se dedicaron a la medicina, Ángela, al magisterio,
y Marcelino estudió seis años en el seminario antes de presidir la Federación
de Estudiantes Católicos y ser miembro de Renovación Española. Otros hijos
fueron Teresa, Dionisio, Margarita y Alejandro.
En 1931, cursando estudios secundarios, Antonio
se afilió a la Sección de Bachillerato de la Asociación Profesional
de Estudiantes Zamoranos (sección zamorana de la FUE), de la que en abril de
ese año fue elegido secretario y, posteriormente, tesorero. Tras finalizar sus
estudios secundarios, trabajó como escribiente en una asesoría y más tarde,
como interino, en la Diputación Provincial. En diciembre de 1932, con
20 años, ya era miembro del Partido Comunista de España, junto con otros diez
afiliados zamoranos, siendo el suyo el carnet nº 6 del Radio Comunista fundado
en la capital el mes de mayo anterior y presidido por Amado Hernández Pascual. Junto
a este radio, funcionaron otras organizaciones de ámbito comarcal, al menos en Villalpando,
Toro y Benavente, que aportaron candidatos en las elecciones generales de 1933
y que, sumadas a los núcleos existentes en las obras de los Saltos del Duero y
del ferrocarril en Sanabria, sumaban 95 afiliados en la provincia en el tercer
trimestre de 1935.
Participó activamente tanto en la vida
política como en la sindical de la ciudad y la provincia, y como miembro de la
Sección de Oficios Varios de la Casa del Pueblo, ocupó los cargos de Presidente
de la Federación
Local de Sociedades Obreras de Zamora (y secretario interino
de la Federación
Provincial ) y miembro de la Junta del Paro Obrero. Fue detenido
y multado en septiembre de 1932 “por
fijar pasquines comunistas en la vía pública”, nuevamente tras una
manifestación en febrero de 1934 y, por orden del comandante militar de Zamora,
en octubre de 1934, “por considerarlo
elemento de mucho peligro para la conservación del orden público”.
Como Secretario Político del PCE de Zamora,
representó al partido (junto a Andrés Espinosa y Félix del Valle) en el comité
provincial del Frente Popular y fue uno de los organizadores de la coalición. En las
elecciones del 16 de febrero, el PCE de Zamora no contó con candidatos en la
lista de la coalición pero respaldó la candidatura (integrada por
representantes del PSOE, la UGT, Izquierda Republicana y Unión Republicana) y,
de hecho, Ángel Galarza requirió el respaldo de Pertejo como condición previa a
la aceptación de un puesto de candidato. Tras la victoria electoral de febrero,
Antonio publicó en La Tarde una serie
de tres artículos, en los que bajo el título de “La revolución proletaria”,
criticaba las posturas maximalistas que en el seno del movimiento obrero
amenazaban la unidad de acción de las organizaciones integrantes del Frente
Popular, y defendía la necesidad de la subsistencia de los comités del Frente
Popular y, dentro de ellos, de unos comités de enlace de las organizaciones
obreras, que impulsaran una revolución democrática.
En abril de 1936, Antonio Pertejo formó
parte de la candidatura del Frente Popular en las elecciones de compromisarios
para elegir Presidente de la República, junto a Félix Valbuena (Unión
Republicana), Gonzalo Alonso (Izquierda Republicana) y José Almoina (PSOE), y
resultó elegido con 36.327 votos.
Al producirse el Alzamiento, al igual que
otros dirigentes de organizaciones del Frente Popular, rechazó acompañar a
Galarza en su viaje a través de la frontera portuguesa para alcanzar la zona
leal al Gobierno, lo que ha generado una controversia posterior alimentada
principalmente por los publicistas simpatizantes del franquismo -que
demonizaron como cobardes y traidores a todos aquellos dirigentes republicanos
a los que no lograron asesinar-, e incluso, en el presente caso, una escena
pergeñada por Arrarás, que le atribuye una reacción digna del folletín más
trasnochado: “Hasta que aparece Pertejo
bramando de coraje: -¡Villano, cobarde, ha huído!” (sic). En realidad, todo
indica que Pertejo y los restantes dirigentes obreros, engañados por las
garantías de lealtad que les ofrecieron el gobernador civil y las fuerzas del
orden, calcularon mal la correlación de fuerzas existente en Zamora.
La demostración de fuerza efectuada por los
golpistas el 19 de julio hizo que Antonio descartara una resistencia armada en
la ciudad que habría resultado suicida, y tras rechazar la ayuda de su padre
para huir a Portugal, encomendó a su familia la destrucción de documentos que
podían ayudar a identificar a compañeros del partido, y se escondió en la
huerta de una familia de simpatizantes, donde con una máquina de escribir
portátil, redactó un Boletín de
Información del Comité Representante de las Organizaciones Obreras, que
llamaba a la población a la resistencia contra las autoridades golpistas y del
que, según la acusación formulada en el posterior Consejo de Guerra, habría
producido copias con una multicopista procedente de la Casa del Pueblo, que
habrían sido distribuidas por varios jóvenes durante la semana inmediatamente
posterior al Alzamiento.
Pocos días más tarde, Antonio Pertejo fue
detenido: en la última carta dirigida a su madre le dice que va a morir “con la
conciencia tranquila”, alude a las torturas a que le están sometiendo, señala
que “cuando recibo algún daño me acuerdo
de los que están en peores condiciones”, y llama a continuar resistiendo
ante los golpistas, “animando a mis
camaradas para que sigan en la brecha”. Al mismo tiempo, el día 29 de julio
se le declaró separado del servicio, junto a otros once empleados interinos,
por el Pleno de la
Comisión Gestora de la Diputación nombrada por los golpistas,
a propuesta de su presidente, el capitán Agustín Martín (presidente provincial
de Acción Popular).
El 3 de agosto, Pertejo fue sometido, junto
a Manuel Antón, secretario de la Federación Provincial
de Sociedades Obreras, al primer Consejo de Guerra sumarísimo celebrado en la
provincia tras el golpe, lo cual denota la importancia que los rebeldes les
atribuían a ambos, al tener constancia de que contaban con las simpatías y el
apoyo de un elevado número de trabajadores, y por considerarlos la encarnación,
respectivamente, del PCE y de la Casa del Pueblo. El juicio fue una farsa sin
ninguna garantía, en el que la defensa se encomendó al comandante de Infantería
Teodoro Arredonda Lorza, uno de los principales miembros de la trama golpista
en Zamora, sin darle tiempo para leer siquiera el sumario, instruido por el
también comandante de Infantería José Mora Requejo. La vista se celebró en el
salón de actos del cuartel de Infantería, y Pertejo trató de asumir toda la
responsabilidad de los delitos que se les imputaban a ambos acusados, con el
fin de salvar a Manuel Antón (Pertejo aludió a la situación en la que quedaría
la familia de éste) y a los jóvenes que también habían sido detenidos por la
distribución del Boletín (todos los cuales serían condenados a penas de prisión
y ejecutados extrajudicialmente). Según recuerda su hermana Jesusa, Antonio
confiaba todavía que la represión tuviera un carácter más selectivo y pensaba
que su sacrificio evitaría males a otros muchos.
En la sentencia se consideraba probado que
Pertejo y Antón imprimieron y difundieron unas “hojas clandestinas” que llamaban
a la resistencia contra los sublevados, provocando focos de resistencia y
choques violentos “de los que derivaron
buen número de bajas”. De esta forma, la ficción jurídica creada por los
golpistas, acusando de rebelión militar a quienes habían defendido el orden constitucional,
alcanzaba las más altas cotas de perversión, al responsabilizar a los
dirigentes de las organizaciones leales al gobierno legítimo de la sangrienta
represión que los golpistas, de acuerdo con un plan preconcebido de exterminio,
lanzaron contra los sectores más conscientes de la clase trabajadora zamorana.
El 7 de agosto, a las cuatro de la madrugada,
Pertejo y Antón fueron fusilados en el Cuartel Viriato por un pelotón formado
por guardias civiles (pues las autoridades golpistas desconfiaban de la buena
disposición de los soldados de reemplazo a realizar esta tarea), y en el
certificado de defunción del primero se inscribió como causa de su muerte “tres
heridas de arma de fuego”. Circulan por Zamora diferentes versiones acerca de
las gestiones que la
familia Pertejo (sus hermanos Marcelino y Teresa) habrían
hecho ante el obispo Arce Ochotorena para lograr su intercesión en favor de
Antonio, pero lo único que merece la pena comentar aquí es que resultaron infructuosas
y que la persistencia de leyendas urbanas según las cuales el obispo habría llegado
a afrontar algún riesgo sólo demuestra el ínfimo nivel cultural de una sociedad
capaz de reproducirlas.
Después de su muerte, a Antonio Pertejo se
le incoó un expediente por la Comisión de Incautación de Bienes, el número
1/1936 de Zamora, cuya tramitación continuó posteriormente la jurisdicción
especial de Responsabilidades Políticas. En dicho expediente obra un informe
del gobernador civil nombrado por los golpistas, el teniente coronel Raimundo
Hernández Comes, en el que se le acusa de ser “Jefe de la Rebelión y autor de los escritos publicados en Zamora los
días 23 y 24 de julio en contra del glorioso Movimiento nacional. Pertenecía al
Socorro Rojo Internacional”. El comisario jefe de Investigación y
Vigilancia, por su parte, lo consideraba “sujeto peligrosísimo” que “hacía propaganda de sus ideas, aconsejando
matar a todos los contrarios al marxismo”. En una demostración de cómo el
franquismo convirtió la historiografía en un instrumento complementario de la
represión, el primer cronista oficial del régimen, en la Historia de la
Cruzada Española , trató de envilecer para la posteridad
la memoria de Pertejo presentándolo como “el
más peligroso de todos ellos, un oficinista conocido por Pertejo, organizador
de células y grupos de acción comunistas".
Eduardo
Martín González, 3 de noviembre de 2015
Fuentes:
Archivo Histórico Provincial de Zamora,
Responsabilidades Políticas, Comisión de Incautación de Bienes.
Arrarás, Joaquín, Historia de la
Cruzada Española , Madrid, Ediciones españolas, 1941.
Blanco Rodríguez, Juan Andrés y Ruiz
González, Cándido, “La represión en la provincia de Zamora durante la guerra
civil y el franquismo”, en Berzal de la Rosa, Enrique (coordinador), Testimonio de voces olvidadas, Valderas,
Fundación 27 de marzo, 2007, volumen 2, pp. 237-314.
Boletín
del Círculo Republicano Zamorano nº 3 (14 de abril de 2005).
Casquero Fernández, José-Andrés, “República
de trabajadores”, en La Opinión-El Correo de Zamora, 30-10-2005, p. 12.
Espacio
Rojo. Órgano de expresión de la Juventud Comunista de Zamora, núm. 9 (octubre de
2009), extraordinario dedicado a Antonio Pertejo, del que procede el montaje fotográfico que ilustra este texto.
García de Rozas, Rosario, “Imagen y memoria”
(necrológica de Jesusa Pertejo Seseña), en La
Opinión-El Correo de Zamora, 03/08/2007.
Grupo de Investigación “Antonio Pertejo”
(Cándido Ruiz González, John Palmer, Pilar de la Granja Fernández ,
Amable y Aquilino García Domínguez, Julio Sánchez Quirino y David Viñas García),
“El PCE durante la II
República y la Guerra Civil en la provincia de Zamora”, en I Congreso sobre la Historia del PCE
(1920-1977) (Oviedo, 6, 7 y 8 de mayo 2004) (Actas en CD).
Jackson, Gabriel (ed.), “Guerra civil
española. Año 1936. Hechos acaecidos en Zamora y provincia. Memorias de Ángel
Espías Bermúdez”, en Ebre 38. Revista
Internacional de la Guerra
Civil (1936-1939), 2 (2004), pp. 61-84.
Mateos Rodríguez, Miguel Ángel, La República en Zamora (1931-1936).
Comportamiento político electoral en una sociedad tradicional, Zamora,
I.E.Z. Florián de Ocampo, 1995.
Mateos Rodríguez, Miguel Ángel, “La guerra
civil”, en Historia de Zamora, tomo III.
La edad contemporánea, Zamora, I.E.Z. Florián de Ocampo, 2001, pp. 577-651.
Pertejo Seseña, Jesusa (Zamora, 1920), “La
guerra civil española (julio 1936-marzo 1939). Relato” (memorias inéditas
escritas en 1999).
La
Tarde
(1935-1936).
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